Gran asombro causó el constatar, durante la llegada del ARA “General Irigoyen”, la presencia de la bandera pirata enarbolada junto a la enseña nacional en lo más alto del mástil de la nave.
La extrañeza surge a partir de no saber, en realidad, si eso está bien o está mal. Para los que no conocemos de tradiciones marineras, ver una bandera pirata en una embarcación, nos parece algo políticamente incorrecto.
En mi caso particular recuerdo el revuelo armado, inclusive en Gran Bretaña, cuando el submarino HMS “Conqueror” ondeando la “Jolly Roger”, arribó a puerto tras hundir al crucero “General Belgrano” en 1982.
Sin embargo parece ser que esta curiosa bandera está muy arraigada en las tradiciones de todas las marinas del mundo.
En Internet puede verse que la bandera con la calavera y las tibias cruzadas se llama “Jolly Roger”. Ese nombre se lo dieron los británicos (quien, si no) a partir de las banderas que usaban los corsarios ingleses por orden del Almirantazgo en 1664, la “Red Jack”.
Cuando la Guerra de Sucesión Española acabó en 1714, muchos de los corsarios se convirtieron en piratas y algunos de ellos retuvieron la bandera roja, simbolizando la sangre. No importa cuanto temían los marineros el color negro de los piratas, todos esperaban no encontrarse con la bandera roja ya que ésta declaraba descaradamente las intenciones de los piratas: No se perdonará una vida, no se harán preguntas.
Ahora bien, alguien que se haya creído la historia oficial de nuestro país que nos dieron en la escuela, puede pensar que la armada argentina nunca se apartó de su patriótica misión de proteger a la patria. Craso error. Nuestra marina tuvo, desde su creación, las virtudes y los defectos de cualquier otra armada, y fue tan piratona como cualquiera.
Quien más se destacó en estas artes fue el francés Hipólito Bouchard cuya biografía debiera ser de lectura obligatoria para conocer a un tipo que ha hecho más por nuestro país que muchos “turros” que hoy tienen calles y plazas a rolete.
Llegado a nuestro país se enroló en el regimiento de granaderos de José de San Martín con quien combatió en San Lorenzo, siendo quien en medio del combate arrebata el pabellón a los soldados realistas.
Tras participar de varias batallas por la independencia se incorpora a la marina donde desarrolla una brillante carrera de la que no me voy a ocupar por cuestiones de espacio.
Por esa época la guerra también incluía a la piratería y el gobierno argentino extendió más de cuatrocientas patentes de corso a otros tantos marinos. Aquí cabría una aclaración: Piratas se les llama cuando piratean por su cuenta y corsarios cuando piratean con permiso de un gobierno, con patente de corso, pero en realidad “se´gual”. Viene a ser como el pobre que roba, al que se llama “ladrón” y al rico que hace lo mismo pero que se le denomina “cleptómano”.
Bouchard no solo capturó navíos de varias naciones para el gobierno argentino sino que obtuvo lo que se considera el primer reconocimiento de nuestro país como nación. Parece ser que, cerca de Hawai, mientras perseguía a marineros que habían desertado con una de las naves de la expedición, halló a una población de nativos cuyo rey había resguardado a los fugitivos. Bouchard se enteró de ello y puso a la “Chacabuco” frente al poblado, y algunos cañonazos bastaron para que el rey entregara a los prófugos. Luego quedaron todos amigos. Bouchard hizo cantar a sus marinos el himno nacional argentino y el rey rindió honores a nuestro país, transformándose así en el primer gobierno que reconocía a la Argentina.
De ahí continuaron las andanzas de Bouchard persiguiendo españoles por el Pacífico hasta llegar a California, en ese momento, bajo la corona española. Tras tomar Monterrey, donde ni Diego de la Vega, ni el Sargento García pudieron hacer nada, Bouchard solicitó al gobierno porteño que le enviara tropas y provisiones para asegurar ese territorio arrebatado a España para la Argentina. Por supuesto, se volvió mono esperando que Rivadavia hiciera algo bueno por una vez.
En suma la piratería no es algo alejado de nuestra marina y, como tantas veces ocurre, las tradiciones se conservan y son esas tradiciones las que hicieron que por primera vez entrara a San Pedro una nave ondeando una bandera pirata.
Pero esto no quiere decir que la piratería nunca haya estado por aquí. Noooooo, que va…. Sin ir más lejos, se acuerdan de los “Rodeo”…. o de aquella gente que compraba bandejas de DVD que venían con camalotes.
La extrañeza surge a partir de no saber, en realidad, si eso está bien o está mal. Para los que no conocemos de tradiciones marineras, ver una bandera pirata en una embarcación, nos parece algo políticamente incorrecto.
En mi caso particular recuerdo el revuelo armado, inclusive en Gran Bretaña, cuando el submarino HMS “Conqueror” ondeando la “Jolly Roger”, arribó a puerto tras hundir al crucero “General Belgrano” en 1982.
Sin embargo parece ser que esta curiosa bandera está muy arraigada en las tradiciones de todas las marinas del mundo.
En Internet puede verse que la bandera con la calavera y las tibias cruzadas se llama “Jolly Roger”. Ese nombre se lo dieron los británicos (quien, si no) a partir de las banderas que usaban los corsarios ingleses por orden del Almirantazgo en 1664, la “Red Jack”.
Cuando la Guerra de Sucesión Española acabó en 1714, muchos de los corsarios se convirtieron en piratas y algunos de ellos retuvieron la bandera roja, simbolizando la sangre. No importa cuanto temían los marineros el color negro de los piratas, todos esperaban no encontrarse con la bandera roja ya que ésta declaraba descaradamente las intenciones de los piratas: No se perdonará una vida, no se harán preguntas.
Ahora bien, alguien que se haya creído la historia oficial de nuestro país que nos dieron en la escuela, puede pensar que la armada argentina nunca se apartó de su patriótica misión de proteger a la patria. Craso error. Nuestra marina tuvo, desde su creación, las virtudes y los defectos de cualquier otra armada, y fue tan piratona como cualquiera.
Quien más se destacó en estas artes fue el francés Hipólito Bouchard cuya biografía debiera ser de lectura obligatoria para conocer a un tipo que ha hecho más por nuestro país que muchos “turros” que hoy tienen calles y plazas a rolete.
Llegado a nuestro país se enroló en el regimiento de granaderos de José de San Martín con quien combatió en San Lorenzo, siendo quien en medio del combate arrebata el pabellón a los soldados realistas.
Tras participar de varias batallas por la independencia se incorpora a la marina donde desarrolla una brillante carrera de la que no me voy a ocupar por cuestiones de espacio.
Por esa época la guerra también incluía a la piratería y el gobierno argentino extendió más de cuatrocientas patentes de corso a otros tantos marinos. Aquí cabría una aclaración: Piratas se les llama cuando piratean por su cuenta y corsarios cuando piratean con permiso de un gobierno, con patente de corso, pero en realidad “se´gual”. Viene a ser como el pobre que roba, al que se llama “ladrón” y al rico que hace lo mismo pero que se le denomina “cleptómano”.
Bouchard no solo capturó navíos de varias naciones para el gobierno argentino sino que obtuvo lo que se considera el primer reconocimiento de nuestro país como nación. Parece ser que, cerca de Hawai, mientras perseguía a marineros que habían desertado con una de las naves de la expedición, halló a una población de nativos cuyo rey había resguardado a los fugitivos. Bouchard se enteró de ello y puso a la “Chacabuco” frente al poblado, y algunos cañonazos bastaron para que el rey entregara a los prófugos. Luego quedaron todos amigos. Bouchard hizo cantar a sus marinos el himno nacional argentino y el rey rindió honores a nuestro país, transformándose así en el primer gobierno que reconocía a la Argentina.
De ahí continuaron las andanzas de Bouchard persiguiendo españoles por el Pacífico hasta llegar a California, en ese momento, bajo la corona española. Tras tomar Monterrey, donde ni Diego de la Vega, ni el Sargento García pudieron hacer nada, Bouchard solicitó al gobierno porteño que le enviara tropas y provisiones para asegurar ese territorio arrebatado a España para la Argentina. Por supuesto, se volvió mono esperando que Rivadavia hiciera algo bueno por una vez.
En suma la piratería no es algo alejado de nuestra marina y, como tantas veces ocurre, las tradiciones se conservan y son esas tradiciones las que hicieron que por primera vez entrara a San Pedro una nave ondeando una bandera pirata.
Pero esto no quiere decir que la piratería nunca haya estado por aquí. Noooooo, que va…. Sin ir más lejos, se acuerdan de los “Rodeo”…. o de aquella gente que compraba bandejas de DVD que venían con camalotes.
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