Obligado nos obliga (Oscar González para Agencia TELAM)

En 1845 el Parlamento británico analizaba la exigencia brasileña y de los banqueros y mercaderes ingleses de una intervención militar en el Plata para garantizar "la libertad de comercio", la libre navegación de los ríos.
El objetivo estratégico fundamental, era imponer el tutelaje internacional de las potencias comerciales (Gran Bretaña y Francia) sobre la región y fragmentar definitivamente la Confederación Argentina que Juan Manuel de Rosas mantenía unida con mano de hierro tras el despedazamiento del antiguo virreinato del Río de la Plata.
La historia registra que fue Lord Richmond quien presentó a sus pares la propuesta bélica, en tanto que el moderado Lord Aberdeen, jefe del gobierno, sostuvo que los argentinos "pueden estar equivocados en su política comercial y pueden obstinarse siguiendo un sistema que nosotros podríamos creer impertinente e injurioso [...], pero estamos obligados a respetar los derechos de las naciones independientes, sean débiles, sean fuertes".
La frase final fue obviamente para la gilada ya que la invasión se aprobó y la flota anglofrancesa ingresó a nuestros ríos con los resultados conocidos, es decir la heroica resistencia de las tropas argentinas al mando del general Lucio Norberto Mansilla, que en la Vuelta de Obligado el 20 de noviembre, le impuso un costo altísimo a los invasores, hasta que, finalmente, el 13 de julio de 1846, Sir Samuel Tomás Hood, con plenos poderes de Inglaterra y Francia, anunció ante Rosas el "más honorable retiro posible de la intervención conjunta".
A 165 años de la batalla de Obligado, cuya fecha se ha instituido como el Día de la Soberanía Nacional, las pretensiones y exigencias del capital financiero internacional y de los estados que las sustentan ya no son puntualmente las mismas, aunque, en el fondo, yace la misma doctrina económica basada en la apropiación de los recursos de los países en desarrollo.
La batalla por la soberanía pasa ahora por lograr la autonomía política y financiera de los organismos internacionales encargados de dictar recetas que garantizan la traslación del ingreso social de abajo hacia arriba y desde adentro hacia afuera, donde el endeudamiento público cumple el papel de un lazo ajustado en el cuello de las naciones emergentes.
La crisis financiera internacional y su curso en los propios países desarrollados desenmascara el carácter depredador del capital financiero, que impone el ajuste y la restricción de los derechos laborales y sociales en los países más afectados, en especial los más frágiles de la Unión Europea.
Y hasta en el país más poderoso del planeta, Estados Unidos, sus propios trabajadores enfrentan el desempleo y el estancamiento salarial, a la vez que se deterioran aceleradamente las redes de contención social y, alimentados por el miedo y la incertidumbre que causa la crisis, surgen dirigentes y partidos políticos que predican el racismo y la xenofobia, al igual que en la Francia de Sarkozy y la Italia de Berlusconi.
Entre nosotros, y como en tiempos de la invasión anglofrancesa, hay poderosos sectores económicos, con fuertes nexos con el establishment financiero internacional, que libran una enconada batalla contra las políticas de desendeudamiento, crecimiento del mercado interno y redistribución del ingreso que redujeron el impacto económico y social del tembladeral de los mercados mundiales.
Son los profetas frustrados de catástrofes que nunca llegaron, los agoreros fallidos que pronosticaron una postración que duraría décadas, los que decían que nunca recuperaríamos el respeto de los países desarrollados, los políticos que, increíblemente, aún hoy sostienen, contra toda evidencia, que la Argentina es un país aislado.
Son quienes hacían fuerza para que fracasen los canjes de deuda en 2005 y 2010, que redujeron drásticamente su peligrosidad.
Son los comentaristas políticos de los diarios hegemónicos y los gurúes económicos que afirmaban que el Mercosur se iría a pique, que Unasur era una instancia inútil e ineficiente y que el país nunca sería respetado por “los países serios” porque Néstor Kirchner le dijo no al mismísimo George Bush y a la propuesta del Alca durante la inolvidable Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata en 2005.
Tuvo que morir el ex Presidente para que esa sarta de mentiras se terminara de derrumbar, cuando las pantallas televisivas mostraron el impacto internacional de su desaparición, los homenajes de los jefes de Estado de las naciones del subcontinente que trabajaron con él y el reconocimiento unánime, aún de dirigentes y medios de prensa de los países ricos que, no obstante estar en las antípodas de su pensamiento, reconocieron su fortaleza política y el enorme mérito de librar al país de la deuda infinita, liderar su recuperación económica, política y social y contribuir decisivamente a la integración de América latina.
Tampoco es posible, por más que se intente deformar la realidad, ocultar el reconocimiento a la Argentina y a la presidenta Cristina Fernández en los foros mundiales, cuya firme posición en materia de soberanía, equidad en el comercio internacional, derechos humanos e integración regional es una referencia obligada entre los países del G77+China.
Celebramos este nuevo aniversario de Obligado con algunas ineludibles referencias al presente: la primera, es el ingreso a la etapa final del proceso de desendeudamiento, cuya preliminar acaba de iniciarse con la aceptación, por parte del Club de París, de la condición inflexible puesta por la Presidenta argentina de que la operación se haga sin monitoreo del Fondo Monetario Internacional.
Si ella llegara a buen término, sería la primera vez que una nación ajena al grupo de los poderosos logra dejar afuera la omnipotente presencia de ese organismo, cuyas imposiciones causan estragos en todos los países donde se aplican. Y la segunda, se refiere al nuevo marco de construcción de soberanía que, lejos del aislamiento, se halla fuertemente imbricado en una estrategia global y regional.
A propósito de lo último, vale la pena reproducir las palabras de Marco Aurelio García, asesor del presidente Lula y laureado ayer con el honoris causa de una universidad argentina: “Cuando escribimos el documento que sirvió de base para UNASUR (entonces se llamaba Comunidad Sudamericana de Naciones), empezamos a construir una idea: que la región debería unirse para que tuviera una participación en un mundo multipolar en construcción. No había ni hay ese mundo multipolar, lo que sí había era una desagregación del mundo unipolar, pero se estaba constituyendo un mundo multipolar y la gran cuestión era saber si nosotros teníamos la capacidad de ocupar un lugar en ese mundo o no, y hoy creo que la tenemos".

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