Menopausia colectiva


A menudo pensamos que calor y temperatura son lo mismo. Sin embargo, calor y temperatura están relacionadas entre si, pero son conceptos diferentes.
El calor es la energía total del movimiento molecular en una sustancia, mientras temperatura es una medida de la energía molecular media. El calor depende de la velocidad de las partículas, su número, su tamaño y su tipo. La temperatura no depende del tamaño, del número o del tipo.
Para hacerlo más simple, el calor es lo que hace subir la temperatura. Dicho esto…

Soplame que me quemo
El señor que está en la vereda con camiseta malla ajustada sobre la panza, agua en el ombligo y chancletas azules percudidas mira con cara de consternación a la señora que dejó de lado su semanal retoque de permanente y tiene unos pelos chuzos cayendo sobre su rostro con ojeras y le pregunta: “¿Cuándo mierda se irá este calor de cagarse?”.
La mujer, con calores cincuentones que la hacen todavía menos tolerante, se espanta los mosquitos con el repasador floreado quemado por la lavandina mientras traga la tierra que levanta un Renault 12 sin paragolpes a toda velocidad. ¡Taquelopariócorrrrrnudodemierrrrda!!!!” le espeta al conductor, con la mirada inyectada en fuego.
A ninguno de los dos parece importarle demasiado la diferencia entre temperatura y calor, o si está provocado por el desajuste climático. El agua se cortó hace dos horas, no pudieron bañarse, el regador no pasó y ya no saben a quien putear con más ganas.
Las consecuencias de la ola de calor o temperatura que amenaza con instalarse cómodamente por todo el verano las pagan, como siempre, aquellos que tienen menos posibilidades.
Los 39 grados castigan de diferente forma al trabajador rural que vive en un barrio alejado con calle de tierra y sin servicios elementales que a la adolescente que estrena bikini infartante en la playa de un club de la costa. No lo sufre igual un anciano de ochenta años en un asilo con ventilador de pie que un oficinista con aire acondicionado.
Pero, en algún punto, la crisis climática ha dejado en claro que quiere emparejarnos a todos, y disparó los cortes de luz y de agua. De hecho, en las últimas horas del 2007, quienes no tenían cómo bañarse eran los habitantes del centro de la ciudad.
La ausencia de noticias relevantes que caracteriza a todo inicio de año, ha puesto en relieve el incremento de la temperatura ambiente a niveles casi insoportables. Tal y como la invasión de mosquitos fue el tema de conversación obligado para todo sampedrino hace exactamente un año, los récords en el termómetro ocupan la mayor parte del diálogo con vecinos, familiares, clientes o compañeros de trabajo en el flamante 2008.
Si bien en el momento en que usted esté leyendo esta columna puede que el inestable clima bonaerense haya contribuido con una lluvia torrencial o vientos huracanados a un descenso brusco de los niveles térmicos, lo cierto es que este fenómeno de época sirve como disparador para comenzar a preguntarse (como lo hace el inefable Crónica TV con su placa apocalíptica sobre un planeta que se derrite) “¿Qué pasa con el mundo?”.

Tyndall lo vio
El fenómeno del cambio climático global fue notado por primera vez en 1863. El científico británico Tyndall fue el primero en notar que las concentraciones de ciertos gases en la atmósfera se estaban incrementando, y que esto tenía una correlación con el incremento en la temperatura del planeta. Estos gases (CO2, N20, CH4, HFCs, PFCs, SF6) se conocen como los Gases “de Efecto Invernadero” porque atrapan la radiación solar de onda larga causando un efecto de calentamiento gradual alrededor de la Tierra. Aunque existe una presencia natural de estos gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, su concentración ha aumentado vertiginosamente durante los últimos cien años debido primordialmente a las altas emisiones de dióxido de carbono provenientes de la generación eléctrica sobre la base de combustibles fósiles, generación que ha sido la fuerza motriz de la rápida industrialización en los países desarrollados.
Los últimos estudios apuntan hacia una alza en la temperatura de 1,4°C a 5,80°C acompañada de un crecimiento de 80 cm en el nivel del mar producido por el derretimiento de las capas polares. Se espera que los cambios de temperatura facilitarán la migración de enfermedades como el cólera y el dengue, y afectarán la capacidad de producción alimenticia mundial debido a los cambios en las franjas agrícolas. Finalmente se sospecha que el calentamiento global está agudizando condiciones climáticas extremas alrededor del mundo, resultando en un aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales tales como el de El Niño, sequías, inundaciones, tormentas y huracanes.
Mientras eso llega, el señor en camiseta se sigue cagando de calor.

Under the sea
Un escenario apocalíptico mostraría en unas cuantas décadas a nuestros nietos o bisnietos rodeados de agua de mar, tal como ocurrió en la zona hace miles de años, durante el último derretimiento de hielos polares. Las investigaciones del Museo Paleontológico indicaron, con sorpresa, que el océano llegó a superar los límites geográficos de lo que hoy es el partido.
Para ser más gráficos: la ciudad de San Pedro podría quedar resguardada por las barrancas, pero para llegar a Santa Lucía habría que tomarse un barco. Luego el interesado debería sumergirse con equipo de buceo hasta encontrar las ruinas del monumento a María Laura Santillán, a emplazarse en unos diez años en cercanías del busto al bigote de Lito Cruz.
Si bien nadie puede hoy confirmarlo, lo cierto es que tampoco nadie puede descartarlo.
El sampedrino medio, con escasas excepciones, tiene un pensamiento chiquito respecto al cuidado del medio ambiente.
El ingeniero Romeo Cester, durante años Director de Servicios Sanitarios, casi revienta una úlcera tratando de explicar por todos los medios posibles que es inaceptable que San Pedro tenga un consumo promedio de 800 litros de agua por día y por habitante. Pero en verano se siguen llenando las piletas dos veces por semana, al tiempo que ninguno de nosotros respeta cuestiones mínimas como no dejar canillas perdiendo durante días enteros o no estirar la ducha innecesariamente.
Y, claro, los comercios se vieron obligados a estirar su atención hasta las 21.30, porque sus clientes no entendieron muy bien eso del cambio horario para ahorrar energía.
Pero todo se explica claramente en una sociedad en donde la posible extinción de especies únicas de aves en Vuelta de Obligado no puede competir contra los loros barranqueros que cotorrean en cada esquina.

Gabriel Stringhini

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Como de costumbre Gabriel: "Muy bien 10" "Felicitado"