Nélida y la reforma agraria


"Estoy amargada porque he trabajado en el campo desde los siete años y conozco bien lo que produce, lo que vale hacer y sembrar.
¿Ahora por qué están protestando y protestando? ¡Déjense de embromar! ¡Hágan como antes! Siembren trigo, que lo principal es el trigo, no la soja.
Con la soja sube un hombre al tractor y hace todo el trabajo. No tiene trabajo nadie más. Acá tienen que tener trabajo manuable todos. Ir al campo a trabajar como hacían antes. Mi padre tenía cuarenta cuadras de campo y ponía maíz y lino. Con eso compró más campo. Ponía 16 personas a juntar maíz con la maleta. Venían de manejar el tranvía y venían a juntar el maíz y se iban contentos porque ganaban unos pesos.
¿Ahora quién trabaja con las manos? Todo es a tractor. Siembran, cosechan, exportan y ya tienen plata. ¡Pero son cuatro nomás! Y los demás… ¿qué hacen? ¡Se rascan!
De la edad de siete años que ando en el campo y sé qué es lo que hay que poner en el campo. Hay que trabajar como antes, poner lo principal: maíz, trigo, que no falte leche ni frutas, que San Pedro produce todo.
Nunca pasamos necesidades. Había huevos, leche, lechones, corderos. Ahora no sé qué hacen con la hacienda, y ni leche hay. La gente de ahora no comprende. No entiende. Porque la gente de ahora es avarienta. Ellos quieren plata nomás. Y que los demás se arreglen. Es una lástima porque la Argentina tiene de todo. Ya no sé qué le están haciendo a la Argentina , pero a mí me duele mucho porque estamos en la abundancia…! Y tenemos que padecer esto!"

Nélida, 90 años, oyente de APA Radio San Pedro


"Hoy, personas de todo el mundo se encuentran confrontadas con dos modelos de agricultura, desarrollo rural y producción de alimentos. El dominante es el modelo agro-exportador, basado en la lógica neo-liberal y el libre comercio, la privatización y la mercantilización de la tierra, el agua, los bosques, la pesca, las semillas, el conocimiento, y la vida. Este modelo se guía por el impulso de lucro corporativo y la intensificación de la producción para la exportación, y es responsable de la creciente concentración de tierras, recursos, y cadenas de producción y distribución de alimentos y otros productos agrícolas en manos de un número reducido de corporaciones. El precio de las cosechas de alimentos y otros productos agrícolas recibido por los productores decrece constantemente por el "dumping" y otros factores; asimismo, disminuyen los ingresos de campesinos y trabajadores. Los precios para el consumidor, sin embargo, continúan incrementando. Este modelo es químico- intensivo y está causando daños incalculables al medio ambiente y a la salud tanto de productores como de trabajadores y de consumidores.
El modelo basado en la agricultura campesina y familiar, y en la soberanía alimentaria, por contrario, prioriza la producción local para los mercados locales y nacionales, rechaza el "dumping", y utiliza prácticas de producción basadas en el conocimiento local. La experiencia muestra que este modelo es potencialmente más productivo por unidad de superficie, más compatible con el medioambiente y mucho más capaz de proporcionar una vida digna a las familias rurales, al mismo tiempo que les proporciona a los consumidores rurales y urbanos alimentos sanos, asequibles y producidos localmente. Sin embargo, el modelo dominante neo-liberal agro-exportador está empujando la agricultura familiar y campesina hacia la extinción".
Foro Mundial sobre la reforma agraria



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Después de pasar casi 10 días en la ruta con los productores e invitados variopintos a la protesta, cualquiera tendría más de un motivo para sumarse con énfasis al piquete o para rechazarlo visceralmente.
Recién ahora, cuando las entidades levantaron el paro y los cortes de ruta, y los ánimos bajan, es el momento oportuno de realizar un análisis, o al menos intentarlo.
A muchos chacareros (no sé por qué se dejó de usar la palabra) las retenciones del 11 de marzo los dejan definitivamente fuera de competencia. Con reintegros o sin ellos.
En ese punto, hay que decir que los escasos pequeños productores sobrevivientes de los noventa que aún trabajan por su cuenta menos de 50 hectáreas, o un poco más, quedan servidos en bandeja para que los fagociten los clones de Grobocopatel que abundan por todo el país. Pero resulta difícil, en realidad, comprender por qué esos mismos productores fueron minoría en el piquete sampedrino.
Es que en el cambalache rutero podían encontrarse junto a los antes mencionados los siguientes especímenes:
- Millonarios herederos de fortunas que pisan el campo para comer un asado que hacen sus peones el domingo o practicar pato con sus amigotes.
- Dueños de los ahora famosos pooles de siembra, con miles de hectáreas que les reportan ganancias de millones de dólares al año.
- Muchos de los usureros de la zona que en la última década se aprovecharon de la crisis de los verdaderos chacareros y se quedaron con sus tierras.
- Sindicalistas (más de uno) de sectores que nada tienen que ver con el campo y que incluso apoyaron a este mismo gobierno en actos políticos de campaña.
- Patovicas que custodian la puerta de los boliches (si, aunque usted no lo crea)
- Dirigentes políticos que sacaron cuatro votos y medio e intentaron aprovecharse de la situación para ganar popularidad.


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La frase más escuchada entre quienes se oponían al paro fue: “Van a hacer un piquete en una 4 x 4, y todavía se quejan estos gringos, no tienen vergüenza”.
La frase más escuchada en los cortes del norte de la provincia fue: “¿Qué querés con estos montoneros de mierda?

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El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, como el de su marido, Néstor Kirchner, ha logrado instalar en el imaginario colectivo una idea de progresismo inexistente, apoyada en la utilización de la imagen de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Los Kirchner practican a su modo el corporativismo, la ideología económica dominante en los años 30 y 40. que Perón tomó de Mussolini y que aplicaron otros dictadores como Salazar, Franco o el mismo Hitler. Las corporaciones kirchneristas son los sindicatos (a los que emplea como grupos de choque, al estilo de las camisas pardas mussolinianas), pero también los empresarios de la Unión Industrial Argentina, los mayores beneficiados del sistema.
En este contexto, cuestionar o temer a D’Elía o Moyano es un sinsentido. Son (apenas) mercenarios con desabastecimiento de materia gris que dicen y hacen lo que les ordena quien les paga.

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En la época en que Nélida era joven, cuando mis abuelos estaban en la Federación Agraria, se peleaba por la tenencia de la tierra. Quienes trabajaban los campos pedían la propiedad, y lograrla les costó sangre y sudor. Las lágrimas no eran cosa de hombres en ese tiempo.
Por supuesto que todo era mucho más claro: los terratenientes estaban en la Sociedad Rural y los chacareros en la Federación Agraria. Los medios tonos no existían, y los acuerdos estratégicos provocados por el espanto quedaban para los partidos políticos.
Sembrar era sembrar trigo y maíz. Alrededor de los pueblos crecían las industrias que procesaban los granos para alimentar al país. Y el empleo estaba en los campos, o en esas fábricas. Los trenes llegaban a cada rincón para llevar la producción a los puertos, que funcionaban sin necesidad de fórmulas mágicas ni anuncios de inversiones salvadoras. (Nada casual: los dos socios en la nunca concretada inversión portuaria sampedrina son los principales sostenes económicos de esta política económica).
La especulación financiera que hoy es la base del mercado de granos espantaría a los viejos luchadores agrarios, que pelearon por décadas para que el gobierno fijara los precios antes de la siembra, para saber qué valor iba a tener la cosecha. Hoy se apuesta con los precios de mañana, en una competencia de vulgares yuppies disfrazados de campesinos.
Quien escribe, y millones de personas, crecimos en familias que vivieron sin necesidades de una chacra de treinta hectáreas.
Cuando el campo era campo y no un principio de desierto, la gran utopía del interior era la reforma agraria, por la que muchos fueron torturados e incluso murieron.
Esta semana, productores y gobierno, dirigentes agropecuarios y cooperativistas, se espantaron cuando se les preguntó por la reforma agraria.
Quizás sea tiempo de replantear las cosas. De poner a cada uno en su lugar. De saber distinguir. De pensar si queremos este país. De reflotar el viejo espíritu del campo y aggiornarlo con las nuevas tecnologías.
Si no estamos en condiciones de proyectar seriamente cómo vivir en un lugar más equitativo. Si no podemos interpretar la sabia reflexión de una mujer de 90 años. ¿Para qué sirvió todo esto?
Gabriel Stringhini
(Ilustración: Antonio Berni - Chacareros)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
MUY BIEN GABRIEL, HAS SINTETIZADO PERFECTAMENTE LO SUCEDIDO.
Anónimo ha dicho que…
Escuché la nota con Nélida en la radio y me emocioné porque yo también viví en el campo, aunque mucho después. Es increíble que se sigan quejando porque les sacan una parte de la fortuna que ganan, cuando antes se vivía bien con campos diez veces más chicos.
Anónimo ha dicho que…
La reforma agraria es por loq ue luchan los zapatistas en México y los Sin Tierra en Brasil.
¿Creo que se entiende la diferencia, no?
Anónimo ha dicho que…
Está buena la columna, pero te faltó decir que los comerciantes (cuando no) aprovecharon para subir los precios y guardar mercadería con el cuento del desabastecimiento. Después se quejaban de los gringos!!!!
Son iguales o peores que ellos.