Un casco es una forma de prenda protectora usada en la cabeza y hecha generalmente de metal o de algún otro material duro, típicamente para la protección de la cabeza contra objetos que caen o colisiones a alta velocidad. Un casco cubre mínimamente la coronilla, la frente y las sienes. Se usan en la industria, en el oficio del bombero, en paracaidismo, en las competiciones deportivas de alta velocidad (Ciclismo, Patinaje, Automovilismo, Motociclismo), y otros con riesgo de golpes o colisión: fútbol americano, béisbol, hockey, escalada. También son habituales en el oficio policíaco, militar, fuerzas de seguridad, construcción, explotación minera, etc.
Siempre, el objetivo es el mismo: que la cabeza no se rompa y que lo que hay en el interior (si es que hay algo) siga funcionando en condiciones normales. Si dentro del cráneo hay un cerebro utilizable, sería una lástima que se pierda por una imprudencia. Y si la materia gris está atrofiada por falta de uso… tampoco es cuestión de que se esparza por ahí.
El gran protagonista de la semana que se inicia será el casco. La anunciada aplicación de las multas a quienes circulen en motos y ciclomotores y no los utilicen, desató, como suele suceder con estas cosas, múltiples voces a favor y en contra.
Por supuesto que la efectividad real de la medida debe ser evaluada una vez que pasen los días, y se compruebe si efectivamente las multas se cobran.
Y, sin dudas, deberán explicar cual es el motivo por el que las proclamas de similares características realizados por todos los otros Inspectores Generales de los ocho años de gestión Barbieri (media docena) no se cumplieron. ¿No tuvieron en su momento el apoyo político para acatar la Ley y por eso se fueron o los echaron? ¿O cayeron en un incumplimiento de los deberes de funcionario público? ¿Las multas se aplicaban y luego no se cobraban o se anulaban por orden de algún funcionario?
Lo cierto es que el hecho de que un funcionario nos tenga que obligar a cumplir con una Ley que tiene por objetivo evitar que nos matemos, debería ser objeto de un replanteo acerca del grado de consideración en que tenemos nuestras propias vidas.
Es como si se aplicaran multas para quienes tienen relaciones sexuales sin preservativos o se sancionara a los fumadores de cigarrillos por el riesgo de contraer cáncer, que encima extienden a su entorno. En el mismo tono se puede incluir el reciente amague de algunos sectores por discutir la despenalización del uso de marihuana (que analizaremos en una futura columna). Y en un punto extremo, a alguien se le podría ocurrir el cobro de una multa a los suicidas por atentar contra su propia vida. (Si eso pasara en San Pedro, la Municipalidad recaudaría millones por año y AFES podría terminar por fin su centro de atención a pacientes psiquiátricos).
Resulta extraño pensar que el Estado nos tiene que cuidar para que no nos matemos, y refrenda la idea, recurrente, de una sociedad autodestructiva por naturaleza, en la que la vida vale menos que los 230 pesos de una multa, o los 100 de un casco.
Siempre, el objetivo es el mismo: que la cabeza no se rompa y que lo que hay en el interior (si es que hay algo) siga funcionando en condiciones normales. Si dentro del cráneo hay un cerebro utilizable, sería una lástima que se pierda por una imprudencia. Y si la materia gris está atrofiada por falta de uso… tampoco es cuestión de que se esparza por ahí.
El gran protagonista de la semana que se inicia será el casco. La anunciada aplicación de las multas a quienes circulen en motos y ciclomotores y no los utilicen, desató, como suele suceder con estas cosas, múltiples voces a favor y en contra.
Por supuesto que la efectividad real de la medida debe ser evaluada una vez que pasen los días, y se compruebe si efectivamente las multas se cobran.
Y, sin dudas, deberán explicar cual es el motivo por el que las proclamas de similares características realizados por todos los otros Inspectores Generales de los ocho años de gestión Barbieri (media docena) no se cumplieron. ¿No tuvieron en su momento el apoyo político para acatar la Ley y por eso se fueron o los echaron? ¿O cayeron en un incumplimiento de los deberes de funcionario público? ¿Las multas se aplicaban y luego no se cobraban o se anulaban por orden de algún funcionario?
Lo cierto es que el hecho de que un funcionario nos tenga que obligar a cumplir con una Ley que tiene por objetivo evitar que nos matemos, debería ser objeto de un replanteo acerca del grado de consideración en que tenemos nuestras propias vidas.
Es como si se aplicaran multas para quienes tienen relaciones sexuales sin preservativos o se sancionara a los fumadores de cigarrillos por el riesgo de contraer cáncer, que encima extienden a su entorno. En el mismo tono se puede incluir el reciente amague de algunos sectores por discutir la despenalización del uso de marihuana (que analizaremos en una futura columna). Y en un punto extremo, a alguien se le podría ocurrir el cobro de una multa a los suicidas por atentar contra su propia vida. (Si eso pasara en San Pedro, la Municipalidad recaudaría millones por año y AFES podría terminar por fin su centro de atención a pacientes psiquiátricos).
Resulta extraño pensar que el Estado nos tiene que cuidar para que no nos matemos, y refrenda la idea, recurrente, de una sociedad autodestructiva por naturaleza, en la que la vida vale menos que los 230 pesos de una multa, o los 100 de un casco.
Gabriel Stringhini
Comentarios
No usar casco no se parece a "fumar"; para mí se parece a "fumar en un lugar público" donde se mide el impacto que se causa en los demás. Y eso sí está prohibido; lo sé porque yo fumo y apruebo y respeto esa norma.
Por lo demás, estoy de acuerdo con las otras opiniones.