Los gorriones y los autos (por Eduardo Campos)

En los años posteriores al fin de la segunda guerra mundial una gran preocupación ganó los campesinos chinos a partir de los daños que producían los gorriones en los campos y en las huertas.
Como las pérdidas aumentaban año tras año decidieron desembarazarse de los gorriones. El plan fue simple, conociendo que estos inquietos pajaritos poseen un sistema circulatorio muy dinámico que parte de un corazón que late aceleradamente, se pusieron de acuerdo y en fecha y hora pre-fijados comenzaron a agitar, todos a la vez, largas cañas con sábanas atadas en sus extremos.
Aprovechando su alto número, los campesinos chinos y sus familias cubrieron grandes superficies rurales agitando las sábanas sin parar. Los gorriones, por lo que describí anteriormente, no pueden volar más que por momentos debiendo aterrizar en pocos segundos. Asustados, permanecieron en vuelo más de lo que podían y, en minutos, comenzaron a caer abatidos con sus corazones estallados.
El resultado fue el que esperaban, más no sus consecuencias. Sin gorriones, las muchas plagas de insectos existentes, por la falta del control que establecían las aves, comenzaron a proliferar en forma descontrolada y a devastar cultivo tras cultivo.
La desazón ganó a los desorientados campesinos. Creían haber hallado el remedio para terminar con el daño en las cosechas y ese remedio, al final, resultaba ser infinitamente peor.
No mucho después China emprendió una rápida repoblación de gorriones en las zonas en que había sido erradicado. Australia fue el país que más aportó enviando miles y miles de aves. Estas, en pocos años, habían restituido el equilibrio que nunca debió perderse y todo volvió a la normalidad.
La naturaleza daba al hombre (una vez más) una severa lección.
Dos años atrás las autoridades de la ciudad de San Pedro decidieron poner fin al atascamiento vehicular que se sufría en la zona céntrica durante las horas pico y los fines de semana.
La solución hallada fue la de cerrar al tránsito de una cuadra de calle Balcarce primero y de otra en Obligado después, transformando en peatonales a ambas.
Esto no solucionó el problema sino que lo agravó aún más extendiéndolo en un radio mayor.
Si usted se para un rato en la esquina de 25 de Mayo y Bulevar Moreno algún sábado a la noche verá interesantes atascos producidos a partir del semáforo de Mitre. Este no alcanza a desagotar a los autos que vienen por Moreno y la cola de éstos corta 25 de Mayo y llega hasta Belgrano.
La explicación de por qué esto sucede es sencilla. Si dividimos hipotéticamente la ciudad en dos tomando a Mitre como referencia, tenemos que aquel automovilista que, circulando por 25 de Mayo, desea pasar al sector sur y no lo pudo hacer por Ayacucho, deberá continuar hasta bulevar Moreno para hacerlo.
El problema del congestionamiento de la zona céntrica continúa peor aún que cuando se decidió solucionar el problema.
Si el problema era Mitre que juntaba autos ¿por qué cerraron las transversales que eran las que desagotaban esta calle?
Con el incesante aumento del parque automotor en la ciudad se hace cada vez más urgente resolver el problema del tránsito, para ello la atención deberá centrarse en calle Mitre y no en las que alivian la circulación. Esto quiere decir cerrar la principal, por lo menos parcialmente (sabemos que muchos comerciantes se oponen a hacerlo en su totalidad) al menos los sábados y domingos por las noches.
Como la naturaleza dio una lección a los campesinos chinos, la naturaleza del tránsito y su comportamiento se las dio a nuestros funcionarios. Pero todo ello es el pago que hace la ciudad por no tener desde hace años una política de crecimiento planificado en la forma de una ordenanza marco para ello.
[Foto: Gorriones amigos, Pedro Martínez]

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