Siempre solemos decir que nuestro país queda en el “culo del mundo” cuando hablamos de oportunidades que Argentina pierde y que son ganadas por otras naciones más cercanamente ubicadas a los países centrales. Esto encaja perfectamente si se habla de fletes, por ejemplo.
Pero hay veces en que el estar lejos no nos salva de los efectos de lo que sucede en el mundo.
Allá por Setiembre del 2003, participé de un encuentro organizado por la UTPBA, la Unión Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, y que tenía como eje “La Mentira en el periodismo”.
Un centenar de trabajadores de prensa de medios del interior pudimos conocer algunos de los mecanismos que intervienen en la construcción de una mentira periodística y cómo detectarlos.
El panel de profesionales que nos daba la charla estaba integrado, entre otros, por Marcelo Moreno, de “Clarín”, Susana Viau, en ese momento periodista de “Página 12”, Carlos Ulanovsky, periodista radial e integrantes del gremio de prensa.
En un pasaje Susana Viau comentó que, por esos días, los periodistas argentinos se hallaban abocados al tratamiento de dos informaciones muy importantes pero que, en realidad, todos sabían que se trataba de flagrantes mentiras y que los periodistas se prestaban voluntariamente como vehículos.
El primero de ellos era el caso del country “Carmel” y el asesinato de María Marta García Belsunce. Dos policías del último destacamento policial perdido en los confines de la provincia, hubiera resuelto el caso en una mañana. Lo de Carrascosa era indefendible bajo cualquier punto de vista pero la justicia le brindaba todas las posibilidades que jamás le daría a alguien de un barrio humilde. Los periodistas lo sabían pero lo abordaban como una telenovela. Era un caso que tenía todos los condimentos de una novela y los productores de los medios incitaban a los periodistas a escribir todos los días algo porque el tema era “vendedor”, tenía atrapada a las audiencias. La cuestión es que, frente a una familia que mentía todo el tiempo, muchos periodistas adherían a la hipótesis del vecino asesino sabiendo que era falso de toda falsedad.
La segunda mentira, y la que nos interesa, es la “conexión iraní” en el caso “AMIA”.
Tras el atentado, en las redacciones de los distintos medios los periodistas consultaban a los colegas especialistas en política exterior y estos eran contundentes: “Irán no tenía nada que ver”. Para Viau la “conexión iraní” era un verso inexplicable, si bien esta nación posee células de Hezbolá en su interior, no existe en el mundo ningún registro de atentado alguno realizado por Irán. Efectivamente había concretado atentados fronteras adentro pero ninguno en el exterior.
Quien sí realizaba atentados contra cualquier objetivo israelí o vinculado a la comunidad judía en cualquier país era la rama siria de Hezbolá.
Existían innumerables elementos que justificaban una acción de los sirios radicalizados contra Argentina. El primero, sin dudas, eran las promesas incumplidas del presidente Menem hechas a su par sirio en un viaje hecho para pedir apoyo cuando era candidato. Esas promesas no cumplidas incluían el asesoramiento argentino en temas que tenían que ver con el desarrollo de la energía atómica. Lo segundo estaba vinculado al giro dado por el mismo Menem a partir de su asunción como presidente, traicionando a los sirios y volcándose hacia Israel como paso necesario para poder establecer las relaciones carnales con EEUU que vendrían a continuación.
Los Estados Unidos tenían, a mediados de los 90, planes de intervención militar en Oriente Medio y debían preparar a la opinión pública mundial en contra de lo que llamaban “El Eje del Mal”, grupo de países constituidos por Irak, Irán y Corea del Norte. Aquí no entraba Siria, de buenas relaciones con EEUU en esos momentos.
Menem, con su característica carencia de escrúpulos, no tuvo ningún inconveniente en adjudicarle a Irán el atentado, importándole poco que ochenta y nueve personas hubiesen muerto en el. La oportunidad de sacar ventajas de una alianza con los EEUU era para él lo verdaderamente esencial.
Señalaba Susana Viau que, abogados vinculados a esa causa reconocían crudamente que todo el mundo sabía que era mentira, pero era una mentira que se necesitaba políticamente de puertas afueras y puertas adentro. Era producto de una necesidad oficial del gobierno nacional y una mentira que le convenía a las administraciones norteamericanas.
La historia que vino después es conocida. La alianz… perdón, la complicidad con EEUU llevó a Menem a despachar dos navíos de la flota de guerra argentina para darle carácter internacional a una armada que, en realidad, era totalmente norteamericana.
Hoy, si bien Menem, Galeano & Cia deben responder por el caso, la justicia argentina se muestra muy remolona y todavía no se ha enfocado en desentrañar la pista siria. A pesar de sus bravatas contra el imperio, tanto Néstor como Cristina no desean cambiar mucho las cosas. En ello debe pesar, seguramente, que la aventura norteamericana en medio oriente no solo no ha terminado sino que se ha extendido a otras naciones de la región. En esto Lula se ha mostrado mucho más independiente y no solo mantiene buenas relaciones con Irán sino que ha recibido en Brasil a Mahmud Ahmadinejad y él mismo ha viajado a Teherán.
Pero bueno, a partir del conflicto con Irán, San Pedro perdió un cliente como nunca tuvo. La antigua Persia cortó todos los vínculos comerciales que tenía con Argentina. Muchos de ustedes recordarán como los navíos iraníes llegaban sin cesar a nuestro puerto en los 80. Por esas épocas se llegó a superar el millón y medio de toneladas de cereal exportado desde San Pedro, una cifra que hoy sería posible solo en sueños.
¿Cuánto trabajo sampedrino se perdió con ello? ¿Cuántos camiones menos dejaron de entrar y consumir aquí? ¿Cuánto dinero en servicios perdió la ciudad? No se sabe. Pero es cierto que jamás el puerto volvió a tener la operatividad que, por esos años, tuvo.
Parece mentira pero es como una ley de Murphy. Cuando hay posibilidades de obtener ventajas estamos en el “culo del mundo”, pero cuando en algún lugar del planeta hay quilombo la ligamos también.
Pero hay veces en que el estar lejos no nos salva de los efectos de lo que sucede en el mundo.
Allá por Setiembre del 2003, participé de un encuentro organizado por la UTPBA, la Unión Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, y que tenía como eje “La Mentira en el periodismo”.
Un centenar de trabajadores de prensa de medios del interior pudimos conocer algunos de los mecanismos que intervienen en la construcción de una mentira periodística y cómo detectarlos.
El panel de profesionales que nos daba la charla estaba integrado, entre otros, por Marcelo Moreno, de “Clarín”, Susana Viau, en ese momento periodista de “Página 12”, Carlos Ulanovsky, periodista radial e integrantes del gremio de prensa.
En un pasaje Susana Viau comentó que, por esos días, los periodistas argentinos se hallaban abocados al tratamiento de dos informaciones muy importantes pero que, en realidad, todos sabían que se trataba de flagrantes mentiras y que los periodistas se prestaban voluntariamente como vehículos.
El primero de ellos era el caso del country “Carmel” y el asesinato de María Marta García Belsunce. Dos policías del último destacamento policial perdido en los confines de la provincia, hubiera resuelto el caso en una mañana. Lo de Carrascosa era indefendible bajo cualquier punto de vista pero la justicia le brindaba todas las posibilidades que jamás le daría a alguien de un barrio humilde. Los periodistas lo sabían pero lo abordaban como una telenovela. Era un caso que tenía todos los condimentos de una novela y los productores de los medios incitaban a los periodistas a escribir todos los días algo porque el tema era “vendedor”, tenía atrapada a las audiencias. La cuestión es que, frente a una familia que mentía todo el tiempo, muchos periodistas adherían a la hipótesis del vecino asesino sabiendo que era falso de toda falsedad.
La segunda mentira, y la que nos interesa, es la “conexión iraní” en el caso “AMIA”.
Tras el atentado, en las redacciones de los distintos medios los periodistas consultaban a los colegas especialistas en política exterior y estos eran contundentes: “Irán no tenía nada que ver”. Para Viau la “conexión iraní” era un verso inexplicable, si bien esta nación posee células de Hezbolá en su interior, no existe en el mundo ningún registro de atentado alguno realizado por Irán. Efectivamente había concretado atentados fronteras adentro pero ninguno en el exterior.
Quien sí realizaba atentados contra cualquier objetivo israelí o vinculado a la comunidad judía en cualquier país era la rama siria de Hezbolá.
Existían innumerables elementos que justificaban una acción de los sirios radicalizados contra Argentina. El primero, sin dudas, eran las promesas incumplidas del presidente Menem hechas a su par sirio en un viaje hecho para pedir apoyo cuando era candidato. Esas promesas no cumplidas incluían el asesoramiento argentino en temas que tenían que ver con el desarrollo de la energía atómica. Lo segundo estaba vinculado al giro dado por el mismo Menem a partir de su asunción como presidente, traicionando a los sirios y volcándose hacia Israel como paso necesario para poder establecer las relaciones carnales con EEUU que vendrían a continuación.
Los Estados Unidos tenían, a mediados de los 90, planes de intervención militar en Oriente Medio y debían preparar a la opinión pública mundial en contra de lo que llamaban “El Eje del Mal”, grupo de países constituidos por Irak, Irán y Corea del Norte. Aquí no entraba Siria, de buenas relaciones con EEUU en esos momentos.
Menem, con su característica carencia de escrúpulos, no tuvo ningún inconveniente en adjudicarle a Irán el atentado, importándole poco que ochenta y nueve personas hubiesen muerto en el. La oportunidad de sacar ventajas de una alianza con los EEUU era para él lo verdaderamente esencial.
Señalaba Susana Viau que, abogados vinculados a esa causa reconocían crudamente que todo el mundo sabía que era mentira, pero era una mentira que se necesitaba políticamente de puertas afueras y puertas adentro. Era producto de una necesidad oficial del gobierno nacional y una mentira que le convenía a las administraciones norteamericanas.
La historia que vino después es conocida. La alianz… perdón, la complicidad con EEUU llevó a Menem a despachar dos navíos de la flota de guerra argentina para darle carácter internacional a una armada que, en realidad, era totalmente norteamericana.
Hoy, si bien Menem, Galeano & Cia deben responder por el caso, la justicia argentina se muestra muy remolona y todavía no se ha enfocado en desentrañar la pista siria. A pesar de sus bravatas contra el imperio, tanto Néstor como Cristina no desean cambiar mucho las cosas. En ello debe pesar, seguramente, que la aventura norteamericana en medio oriente no solo no ha terminado sino que se ha extendido a otras naciones de la región. En esto Lula se ha mostrado mucho más independiente y no solo mantiene buenas relaciones con Irán sino que ha recibido en Brasil a Mahmud Ahmadinejad y él mismo ha viajado a Teherán.
Pero bueno, a partir del conflicto con Irán, San Pedro perdió un cliente como nunca tuvo. La antigua Persia cortó todos los vínculos comerciales que tenía con Argentina. Muchos de ustedes recordarán como los navíos iraníes llegaban sin cesar a nuestro puerto en los 80. Por esas épocas se llegó a superar el millón y medio de toneladas de cereal exportado desde San Pedro, una cifra que hoy sería posible solo en sueños.
¿Cuánto trabajo sampedrino se perdió con ello? ¿Cuántos camiones menos dejaron de entrar y consumir aquí? ¿Cuánto dinero en servicios perdió la ciudad? No se sabe. Pero es cierto que jamás el puerto volvió a tener la operatividad que, por esos años, tuvo.
Parece mentira pero es como una ley de Murphy. Cuando hay posibilidades de obtener ventajas estamos en el “culo del mundo”, pero cuando en algún lugar del planeta hay quilombo la ligamos también.
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