El cabaret que esconde el quilombo

La inminente instalación de un “Night Club” y hotel (formalismo que reemplaza a cabaret y casa de citas) en el principal acceso a la ciudad –Ruta 1001 y Crucero General Belgrano- amenaza con reemplazar en el debate colectivo, al menos por unos días, a la polémica por el proyecto Higgins.
Con la típica hipocresía local, ya hay quienes pusieron el grito en el cielo (o en la luna para ser más precisos). Son los mismos que en sus viajes a Buenos Aires o Rosario pasan a metros de al menos diez prostíbulos y piensan que las luces rojas son para ahuyentar los cascarudos.
O deben creer que las decenas de hombres, mujeres y fauna diversa que emerge por las noches en inmediaciones de las playas de camiones salen a caminar para mantener la figura.
Tal vez, los que se asombran sean los mismos que al pasar por las oscuridades de calle Salta no tienen la curiosidad suficiente para preguntar qué hacen semejante cantidad de “chicas” de entre 13 y 60 años a las 3 de la mañana.

Quilombo
En Latinoamérica, la palabra quilombo (del kimbundu: kilombo) se usaba para denominar a las concentraciones políticamente organizadas de negros esclavos cimarrones, con alcaldes que ejercían su autoridad.
Originalmente, quilombo (o palenque) es el terreno cercado por una estacada para celebrar algún acto solemne. Su traducción al inglés es palisade, paling; al francés, es palissade, barrière; al alemán, verzäumung, schranke; al sueco es pålning, inhängnad y, en italiano, es steccato".
Los esclavos vivían en las haciendas o barracones. En las ciudades, estas barracas estaban ubicadas en un rincón de los huertos. Dichas barracas, como es de suponer, propendían al hacinamiento y la promiscuidad.
De allí que, en lunfardo, quilombo es la palabra para designar a un prostíbulo, pero con el paso del tiempo y la práctica cotidiana se empezó a aplicar a todo lo que fuera desordenado o caótico.
Ejemplos:
Ante una habitación desordenada: “Qué quilombo que hay”
Ante una vida llena de problemas: “Mi vida es un quilombo”
Ante una persona que grita o se comporta inadecuadamente: “Está haciendo quilombo”
El Quilombo dos Palmares fue el mayor que existió en Brasil, siendo dirigido por el esclavo fugitivo Ganga Zumba, y después por su sobrino.
El mayor quilombo de Argentina funciona en Balcarce 150 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cabaret
Cabaret es una palabra de origen francés que significaba en sus orígenes “tertulia literaria”.
Lejos de la forma original, la definición brindada por las enciclopedias es “sala de espectáculos, generalmente nocturnos, que suelen combinar música, danza y canción, pero que pueden incluir también la actuación de humoristas, ilusionistas, mimos y muchas otras artes escénicas.
Parece eufemismo, por no decir chiste, la forma en que los académicos definen lo que es ni más ni menos que la antesala de un prostíbulo.
Con frases pacatas y formas cuidadas, la Wikipedia aclara: “Se distingue de otros locales de espectáculos, entre otras cosas, en que los cabarets tienen un bar, cuando son pequeños, y un bar y un restaurante, cuando son grandes. Durante las actuaciones, se puede comer y beber, conversar con otros espectadores, etc”. El etcétera es muy amplio.
El público de los cabarets, es definido como “muy liberal, que aplaude, con frecuencia, espectáculos atrevidos, tanto políticos como sexuales”.
En los cabarets aparecieron los primeros travestís y también se presentaron las primeras pantomimas de homosexuales y lesbianas.
Laurel y Hardy, Marcel Marceau, Búster Keaton, Charles Chaplin, Charles Aznavour, Louis Amstrong, Carlos Gardel, Woody Allen, Charlie Parker, Astor Piazzolla y, más cerca en el tiempo, Rubén Blades, Joaquín Sabina, Manu Chao y hasta Shakira pasaron por o surgieron de cabarets de lugares tan disímiles como París, Buenos Aires, Nueva York, Los Angeles, Londres, Madrid o Barranquilla.
En las décadas de de 1920 y 1930, la prostitución legal era protegida en la Argentina para diferenciarla de la callejera.
Cada mujer atendía por esa época entre 70 y 75 clientes por día. Trabajando en esta categoría de prostíbulo, la puta ganaba $ 1 por cliente, la mitad de lo que pagaba el cliente.
Una forma sofisticada de disimular la prostitución clandestina fueron las orquestas de señoritas de los cabarets. La mayoría no sabía nada de música y unas pocas eran las que tocaban y brindaban esparcimiento a la concurrencia. La clientela elegía la mujer y por medio de señas o de las otras señoritas camareras, concertaba citas. La elegida, al salir, era reemplazada por otra prostituta que oficiaba de música. Por su parte, las camareras al entregar los pedidos se sentaban en las rodillas de los clientes, y trataban de concertar cita.
En cualquiera de los casos los encuentros se realizaban en casas amuebladas que estaban muy cerca. Se entraba y salía caminando.
El cliente abonaba el importe a la mujer -sin que la casa tuviera nada que ver- de modo que la ganancia era exclusivamente suya. La casa de pensión estaría gobernada por las dos regentas que eran responsables del cumplimiento de las ordenanzas, del pago de los impuestos y si alguna mujer eludía la visita médica.

Esclavas
A diferencia de aquellos tiempos casi románticos en que las prostitutas polacas eran la sensación, hoy la prostitución es casi un remedo de la vieja esclavitud de los quilombos brasileros.
Un informe publicado en enero de este año por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) denuncia el comercio de mujeres que son sacadas de sus pueblos o ciudades, en la inmensa mayoría engañadas con atractivas ofertas de trabajo, y terminan obligadas a prostituirse a fuerza de amenazas y golpes.
En el mismo estudio, el sociólogo Ricardo Canaletti señala: “Las mujeres obligadas a prostituirse son transformadas en una cosa sometida a la voluntad de su dueño. Son esclavas. Con ellas pueden hacer lo que quieran: venderlas, prestarlas, regalarlas, castigarlas, disponer de sus vidas. Estas mujeres, como los esclavos de todas las épocas, viven en un estado permanente de inseguridad pues pierden el control de su propia existencia. Son cazadas como animales o engañadas pérfidamente”.

Enquilombados
La instalación de un “Night Club” en la ciudad no debe sorprendernos, ni escandalizarnos. El daño moral provocado por un local de esas características será minúsculo comparado con la amoralidad de una población que no se interesa por sus pares y vive sumida desde hace décadas en una indiferencia social de cuadro terminal.
Es casi un alivio pensar que al menos aquellas chicas y chicos que trabajen en el lugar estarán protegidos por alguna autoridad sanitaria. Decenas de pibes y pibas que hacían la calle ya no pueden contar su experiencia, porque murieron abandonados a su suerte después de contraer un combo de enfermedades en el que el SIDA era apenas un componente central. Otros tantos siguen practicando aberraciones en caminos perdidos o tugurios oscuros por cinco mangos para un sanguche, dos pa’ la birra o un toque de pasta.
Que San Pedro reciba a sus visitantes con un club nocturno, un cabaret, un quilombo o un prostíbulo en la entrada es apenas una muestra de lo que todos pueden encontrar adentro de la ciudad si es que se deciden a explorar un poco.

Gabriel Stringhini