En diciembre de 1999, Mario Barbieri llegaba casi de prestado a ocupar el despacho de Pellegrini 150.
Si bien su actuación como Concejal había sido más que interesante durante los dos años anteriores, para la gran mayoría de los ciudadanos Barbieri era apenas un (buen) ex jugador de básquet que terminó conduciendo los destinos del Club Náutico. Además, claro, de ser considerado el delfín político del por entonces Diputado Provincial Germán López.
Algunos lo recordaban de su paso por la Dirección de Deportes en la década del ochenta, otros pocos como dirigente juvenil en alguna revuelta partidaria de mediados de los ochenta, y más cercano en el tiempo como quien reemplazó a Juan José Sánchez en la Intendencia Municipal.
Peor aunque los antecedentes no lo marcaran claramente, Mario Barbieri estaba lejos de ser un dirigente al que se lo manejara fácilmente.
Hace exactamente diez años, un 10 de diciembre de 1997, el hoy tres veces Intendente participaba de una reunión de bloque de la UCR previa a la asunción de los nuevos concejales. Barbieri había encabezado la lista con la que el radicalismo ganaba por primera vez en la década del noventa, y compartía bancada con Sergio Rosa, Mirta Atrip, Eduardo Polimante y Néstor Taurizano, entre otros.
La eterna discusión radical se centraba en ese momento en saber quiénes serían las autoridades del HCD, y cómo se resolvería la designación del Secretario Legislativo. Las negociaciones fueron subiendo de tono, hasta llegar a un acuerdo que permitiría a Sergio Rosa ser el nuevo Presidente del Concejo Deliberante. En medio de la sesión, uno de los ediles radicales tuvo la idea de votar en contra de su bancada y lo manifestó a viva voz. Barbieri le dirigió una sola frase que no alcanzó a escucharse en medio del bullicio previo al inicio del acto. La votación radical fue unánime, y ese concejal terminó formando parte de la primera etapa del gobierno de Barbieri, aunque duró unos pocos meses.
Fue la primera muestra hacia sus pares, y fundamentalmente a quienes ya en ese entonces lo proponían como candidato, de que difícilmente podrían controlarlo una vez en el ejercicio del poder.
Parir un gobierno
En la previa de las elecciones de 1999, las escasas encuestas que circulaban por la ciudad daban una clara ventaja para Carlos Rotundo, a quien los favores del dedo pangarista habían elegido por sobre el intendente interino Rodolfo Trelles.
La campaña de Barbieri había sido diseñada por el mismo equipo de López, en consonancia con otros sectores, entre ellos el liderado por Juan Carlos Plana. El todavía concejal decidió, por su propia cuenta, dar un vuelco a la campaña, conciente de que los votos prestados de De la Rúa y el Diputado no le alcanzaban. Cambió su relación con los medios, recorrió los barrios, priorizó algunas localidades como Gobernador Castro, y hasta hay quienes dicen que fomentó en el PJ la fractura del sector de Eduardo Estelrich para restarle votos a Rotundo. Ganó, casi pidiendo permiso.
Desde ese momento, pragmatismo fue una de las palabras claves en la historia de la construcción de poder del barbierismo.
Dos semanas antes de la asunción, Raúl Fullana (en aquel momento hombre de López) comenzaba a reunirse con Carlos Rotundo preparando la transición de la estratégica Secretaría de Gobierno de la Municipalidad, por entonces la más poderosa de todas. Barbieri, en otro gesto para adentro que se tradujo hacia el afuera, cambió a Fullana por Julio Cesar “Bebe” Alen justo en el mismo momento en que se realizaba la conferencia de prensa de presentación del nuevo gabinete, en el restaurante del Club Náutico.
Los primeros dos años de gobierno fueron para Barbieri un parto incómodo. Meses después de asumir su equipo, debe desprenderse del Secretario de Producción Alberto Artigue, un paracaidista que había sido recomendado por “alguien” como especialista en gestión, y que terminó reconociendo públicamente que no sabía cuántas hectáreas de montes había plantadas en San Pedro.
En esos primeros tiempos, Barbieri sufrió las consecuencias de una operación que lo dejó en gravísimo estado, y lo obligó a pedir licencia. Fue reemplazado por Alberto Pando, flamante Presidente del Concejo Deliberante, quien para colmo de males tuvo que enfrentarse a la peor catástrofe climática de la historia: la caída de las barrancas.
Con Mirta Atrip como Secretaria de Desarrollo Humano Guillermo Britos como comisario y la colaboración de quienes habían sido sus adversarios meses antes, la crisis social no alcanzó a estallar.
Barbieri se recuperó de su afección diseñando de urgencia un plan de contingencia. Mientras se vaciaban las barrancas, el hacinamiento era el lugar común en los centros de evacuados. Nacía al mismo tiempo un nuevo conglomerado de barrios que marcaba un diseño de ciudad socialmente inestable.
2001
A sabiendas de que no llegaba a los cuatro años, y que la popularidad de Guillermo Britos no le iba a alcanzar para contener la crisis, Barbieri comenzó a desprenderse de compromisos personales y políticos apenas pasados 12 meses de gestión.
Mirta Atrip se fue del gobierno y a los pocos meses comenzó a adscribir al ARI, junto con Juan Carlos Plana. Un joven concejal llamado Pablo Zemme entró en crisis dentro del bloque y durante algún tiempo estuvo a punto de formar su propia bancada. Raúl Manchone y Emilio Estevez fueron expulsados del mismo bloque y de la UCR por advertir que la inminente crisis económica no hacía recomendable tomar un crédito de cuatro millones de dólares. Sus votos bloquearon el proyecto del gobierno municipal, y salvaron a la comuna de un endeudamiento de consecuencias imprevisibles.
En el primer trimestre de 2001 designó a Hugo Salviolo como Secretario de Hacienda y Economía y mandó a “Bebe” Alen a la administración del Hospital.
La crisis de diciembre mostró nuevamente que soldado que huye sirve para otra guerra. Mientras Gustavo Hansen (interino en Desarrollo Humano) y el Director de Prensa José Campos eran los representantes municipales frente a un grupo de manifestantes que se reunían en la esquina de 11 de Septiembre y General Pueyrredón a la espera de la orden para saquear un supermercado, Barbieri mantenía reuniones políticas con sectores de la oposición para que lo ayuden a controlar la situación.
El intendente no apareció en el frente en ningún momento, conciente de que podía ser blanco de los ataques, y se dedicó a ocupar un lugar de generalato con el que se sentiría más cómodo desde entonces. .
La imagen del comisario Britos entregando vales para supermercados a gente de los barrios en la puerta de la comisaría, en el mismo momento en que De la Rúa huía en helicóptero es contundente.
La transición
Con Salviolo en el gabinete, comenzaba a forjarse el barbierismo, una política consistente en acumular reservas propias y reducir los gastos al mínimo. Esa ecuación le daría el colchón económico necesario para soportar la crisis posterior a la desaparición de la Alianza, y afrontar dos años de gestión con el Concejo Deliberante en contra. El período 2001 – 2003, que siguió a su única derrota electoral fue el de la transición.
Para muchos, definitivamente, Barbieri tuvo también un significativo porcentaje de suerte ayudada por audacia. Al factor Britos y su popularidad incrementada luego de resolver el secuestro de Diego Bernardotti le sumó un regalo inesperado: el San Pedro Rock. Aún sin estar convencido, Barbieri decidió arriesgarse a confrontar con un sector de la sociedad y darle el empujón definitivo a la promoción turística local.
La demás es historia conocida: la acumulación de dos años de superávit para la realización de obras en la previa a las elecciones, la masiva llegada de visitantes, el embellecimiento de la ciudad, las inversiones. Un círculo que se repitió durante los últimos cuatro años y que le permitió ganar holgadamente tres elecciones en forma consecutiva.
Con un poder económico-electoral consolidado, Barbieri esquivó las crisis políticas más diversas. Cuando termine su tercer mandato, en el camino habrán quedado seis presidentes (Fernando De la Rúa, Ramón Puerta, Eduardo Camaño, Adolfo Rodríguez Saa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner) y tres Gobernadores de la provincia (Carlos Ruckauf, Felipe Solá y Daniel Scioli).
Historia y futuro
La historia del barbierismo se compone de un centenar de nombres. Entre ellos, los Secretarios de Salud Marcos Arana, Daniel Agüero y Julio Caravallo, los directores del Hospital Carlos Jardón, Roberto Paván, Sebastián Francisca y Aldo Marino, los Secretarios y Directores de Producción Alberto Artigue, Gustavo Hansen y Norberto Atrip, los Secretarios de Desarrollo Humano Mirta Atrip, Gustavo Hansen, Angel Alvarez y Marta Perret, los Secretarios de Gobierno y Hacienda Julio Cesar Alen
Hugo Salviolo y Juan Almada, los Secretarios de Obras y Servicios Públicos Roberto Calvet, Flavio Peyró, Heriberto Juan Bennazar y Pablo Zemme, los Inspectores Generales Jorge Mc Innerny, Néstor Alarcón, Carlos Médici, Mario Mesquida, Rodolfo Verdón, Guillermo Babini y Domingo Bronce, los Directores de Turismo Enrique Carreras y Marisa Corvalán, los titulares de Cultura y Deportes Arturo Fente, Estela Martínez, Liga Deportiva Sampedrina, Diego Bennazar, Raúl Fullana, Alejandro Donatti y José Luis Aguilar y decenas de funcionarios de segundo rango.
Suerte o desgracia, Barbieri y su equipo tienen frente a si nuevamente una oportunidad única, con el anuncio de inversiones que, de concretarse, cambiarán definitivamente a San Pedro y la zona.
Como con la caída de las barrancas, como en el San Pedro Rock, el Intendente deberá tomar decisiones que modificarán estilos de vida e ideas instaladas. Con el poder que ostenta, solo de él depende transformarse en un estadista.
Si bien su actuación como Concejal había sido más que interesante durante los dos años anteriores, para la gran mayoría de los ciudadanos Barbieri era apenas un (buen) ex jugador de básquet que terminó conduciendo los destinos del Club Náutico. Además, claro, de ser considerado el delfín político del por entonces Diputado Provincial Germán López.
Algunos lo recordaban de su paso por la Dirección de Deportes en la década del ochenta, otros pocos como dirigente juvenil en alguna revuelta partidaria de mediados de los ochenta, y más cercano en el tiempo como quien reemplazó a Juan José Sánchez en la Intendencia Municipal.
Peor aunque los antecedentes no lo marcaran claramente, Mario Barbieri estaba lejos de ser un dirigente al que se lo manejara fácilmente.
Hace exactamente diez años, un 10 de diciembre de 1997, el hoy tres veces Intendente participaba de una reunión de bloque de la UCR previa a la asunción de los nuevos concejales. Barbieri había encabezado la lista con la que el radicalismo ganaba por primera vez en la década del noventa, y compartía bancada con Sergio Rosa, Mirta Atrip, Eduardo Polimante y Néstor Taurizano, entre otros.
La eterna discusión radical se centraba en ese momento en saber quiénes serían las autoridades del HCD, y cómo se resolvería la designación del Secretario Legislativo. Las negociaciones fueron subiendo de tono, hasta llegar a un acuerdo que permitiría a Sergio Rosa ser el nuevo Presidente del Concejo Deliberante. En medio de la sesión, uno de los ediles radicales tuvo la idea de votar en contra de su bancada y lo manifestó a viva voz. Barbieri le dirigió una sola frase que no alcanzó a escucharse en medio del bullicio previo al inicio del acto. La votación radical fue unánime, y ese concejal terminó formando parte de la primera etapa del gobierno de Barbieri, aunque duró unos pocos meses.
Fue la primera muestra hacia sus pares, y fundamentalmente a quienes ya en ese entonces lo proponían como candidato, de que difícilmente podrían controlarlo una vez en el ejercicio del poder.
Parir un gobierno
En la previa de las elecciones de 1999, las escasas encuestas que circulaban por la ciudad daban una clara ventaja para Carlos Rotundo, a quien los favores del dedo pangarista habían elegido por sobre el intendente interino Rodolfo Trelles.
La campaña de Barbieri había sido diseñada por el mismo equipo de López, en consonancia con otros sectores, entre ellos el liderado por Juan Carlos Plana. El todavía concejal decidió, por su propia cuenta, dar un vuelco a la campaña, conciente de que los votos prestados de De la Rúa y el Diputado no le alcanzaban. Cambió su relación con los medios, recorrió los barrios, priorizó algunas localidades como Gobernador Castro, y hasta hay quienes dicen que fomentó en el PJ la fractura del sector de Eduardo Estelrich para restarle votos a Rotundo. Ganó, casi pidiendo permiso.
Desde ese momento, pragmatismo fue una de las palabras claves en la historia de la construcción de poder del barbierismo.
Dos semanas antes de la asunción, Raúl Fullana (en aquel momento hombre de López) comenzaba a reunirse con Carlos Rotundo preparando la transición de la estratégica Secretaría de Gobierno de la Municipalidad, por entonces la más poderosa de todas. Barbieri, en otro gesto para adentro que se tradujo hacia el afuera, cambió a Fullana por Julio Cesar “Bebe” Alen justo en el mismo momento en que se realizaba la conferencia de prensa de presentación del nuevo gabinete, en el restaurante del Club Náutico.
Los primeros dos años de gobierno fueron para Barbieri un parto incómodo. Meses después de asumir su equipo, debe desprenderse del Secretario de Producción Alberto Artigue, un paracaidista que había sido recomendado por “alguien” como especialista en gestión, y que terminó reconociendo públicamente que no sabía cuántas hectáreas de montes había plantadas en San Pedro.
En esos primeros tiempos, Barbieri sufrió las consecuencias de una operación que lo dejó en gravísimo estado, y lo obligó a pedir licencia. Fue reemplazado por Alberto Pando, flamante Presidente del Concejo Deliberante, quien para colmo de males tuvo que enfrentarse a la peor catástrofe climática de la historia: la caída de las barrancas.
Con Mirta Atrip como Secretaria de Desarrollo Humano Guillermo Britos como comisario y la colaboración de quienes habían sido sus adversarios meses antes, la crisis social no alcanzó a estallar.
Barbieri se recuperó de su afección diseñando de urgencia un plan de contingencia. Mientras se vaciaban las barrancas, el hacinamiento era el lugar común en los centros de evacuados. Nacía al mismo tiempo un nuevo conglomerado de barrios que marcaba un diseño de ciudad socialmente inestable.
2001
A sabiendas de que no llegaba a los cuatro años, y que la popularidad de Guillermo Britos no le iba a alcanzar para contener la crisis, Barbieri comenzó a desprenderse de compromisos personales y políticos apenas pasados 12 meses de gestión.
Mirta Atrip se fue del gobierno y a los pocos meses comenzó a adscribir al ARI, junto con Juan Carlos Plana. Un joven concejal llamado Pablo Zemme entró en crisis dentro del bloque y durante algún tiempo estuvo a punto de formar su propia bancada. Raúl Manchone y Emilio Estevez fueron expulsados del mismo bloque y de la UCR por advertir que la inminente crisis económica no hacía recomendable tomar un crédito de cuatro millones de dólares. Sus votos bloquearon el proyecto del gobierno municipal, y salvaron a la comuna de un endeudamiento de consecuencias imprevisibles.
En el primer trimestre de 2001 designó a Hugo Salviolo como Secretario de Hacienda y Economía y mandó a “Bebe” Alen a la administración del Hospital.
La crisis de diciembre mostró nuevamente que soldado que huye sirve para otra guerra. Mientras Gustavo Hansen (interino en Desarrollo Humano) y el Director de Prensa José Campos eran los representantes municipales frente a un grupo de manifestantes que se reunían en la esquina de 11 de Septiembre y General Pueyrredón a la espera de la orden para saquear un supermercado, Barbieri mantenía reuniones políticas con sectores de la oposición para que lo ayuden a controlar la situación.
El intendente no apareció en el frente en ningún momento, conciente de que podía ser blanco de los ataques, y se dedicó a ocupar un lugar de generalato con el que se sentiría más cómodo desde entonces. .
La imagen del comisario Britos entregando vales para supermercados a gente de los barrios en la puerta de la comisaría, en el mismo momento en que De la Rúa huía en helicóptero es contundente.
La transición
Con Salviolo en el gabinete, comenzaba a forjarse el barbierismo, una política consistente en acumular reservas propias y reducir los gastos al mínimo. Esa ecuación le daría el colchón económico necesario para soportar la crisis posterior a la desaparición de la Alianza, y afrontar dos años de gestión con el Concejo Deliberante en contra. El período 2001 – 2003, que siguió a su única derrota electoral fue el de la transición.
Para muchos, definitivamente, Barbieri tuvo también un significativo porcentaje de suerte ayudada por audacia. Al factor Britos y su popularidad incrementada luego de resolver el secuestro de Diego Bernardotti le sumó un regalo inesperado: el San Pedro Rock. Aún sin estar convencido, Barbieri decidió arriesgarse a confrontar con un sector de la sociedad y darle el empujón definitivo a la promoción turística local.
La demás es historia conocida: la acumulación de dos años de superávit para la realización de obras en la previa a las elecciones, la masiva llegada de visitantes, el embellecimiento de la ciudad, las inversiones. Un círculo que se repitió durante los últimos cuatro años y que le permitió ganar holgadamente tres elecciones en forma consecutiva.
Con un poder económico-electoral consolidado, Barbieri esquivó las crisis políticas más diversas. Cuando termine su tercer mandato, en el camino habrán quedado seis presidentes (Fernando De la Rúa, Ramón Puerta, Eduardo Camaño, Adolfo Rodríguez Saa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner) y tres Gobernadores de la provincia (Carlos Ruckauf, Felipe Solá y Daniel Scioli).
Historia y futuro
La historia del barbierismo se compone de un centenar de nombres. Entre ellos, los Secretarios de Salud Marcos Arana, Daniel Agüero y Julio Caravallo, los directores del Hospital Carlos Jardón, Roberto Paván, Sebastián Francisca y Aldo Marino, los Secretarios y Directores de Producción Alberto Artigue, Gustavo Hansen y Norberto Atrip, los Secretarios de Desarrollo Humano Mirta Atrip, Gustavo Hansen, Angel Alvarez y Marta Perret, los Secretarios de Gobierno y Hacienda Julio Cesar Alen
Hugo Salviolo y Juan Almada, los Secretarios de Obras y Servicios Públicos Roberto Calvet, Flavio Peyró, Heriberto Juan Bennazar y Pablo Zemme, los Inspectores Generales Jorge Mc Innerny, Néstor Alarcón, Carlos Médici, Mario Mesquida, Rodolfo Verdón, Guillermo Babini y Domingo Bronce, los Directores de Turismo Enrique Carreras y Marisa Corvalán, los titulares de Cultura y Deportes Arturo Fente, Estela Martínez, Liga Deportiva Sampedrina, Diego Bennazar, Raúl Fullana, Alejandro Donatti y José Luis Aguilar y decenas de funcionarios de segundo rango.
Suerte o desgracia, Barbieri y su equipo tienen frente a si nuevamente una oportunidad única, con el anuncio de inversiones que, de concretarse, cambiarán definitivamente a San Pedro y la zona.
Como con la caída de las barrancas, como en el San Pedro Rock, el Intendente deberá tomar decisiones que modificarán estilos de vida e ideas instaladas. Con el poder que ostenta, solo de él depende transformarse en un estadista.
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