A partir de 1992, al cumplirse el 5º centenario de la colonización europea en nuestro continente, muchos países latinoamericanos adoptaron del 19 al 25 de abril como “La semana de los pueblos originarios”, con el objetivo de evidenciar la permanencia de estos pueblos y difundir sus luchas actuales.
Nuestro país también se sumó a esta iniciativa. Según el Censo 2001 en la Argentina habitan un millón y medio de aborígenes integrados en 17 etnias.
Si bien cada comunidad tiene sus luchas específicas, Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz, sostuvo que “la mayoría de los conflictos que se producen en los territorios donde habitan pueblos indígenas son, en realidad, luchas por el control de los recursos naturales, como la madera, los minerales, el petróleo y la biodiversidad”.
Con policías provinciales y matones parapoliciales al servicio de los feudales que gobiernan muchos estados norteños de nuestro país, las comunidades indígenas resisten el desmonte y la sojización que viene detrás, haciendo más que evidente lo que señala Menchú.
Por estos días en San Pedro se efectúa una intensa tarea para descubrir los “míticos” túneles que alberga la ciudad en sus entrañas y que tendrían más de 200 años de antigüedad.
¿Qué tiene que ver esto con lo anterior? Pues que pareciese que muchos no saben que los mismos, si es que existen, fueron construidos por indígenas de los pueblos de la zona y no por los frailes franciscanos, como se repite permanentemente.
Obviamente que a los religiosos debe reconocérseles la planificación, organización y todo lo atinente a los detalles de la construcción. Pero quienes realmente los hicieron (como en Buenos Aires, Córdoba y Paraná) fueron los indígenas.
En realidad ocurre que todos lo sabemos pero, por hábitos culturales absorbidos desde la infancia, repetimos que fueron construidos por los franciscanos. Lo mismo sucede cuando hablamos de las pirámides erigidas por los egipcios. Si bien conocemos de sobra que fue la mano de obra esclava la que las levantó, se las solemos atribuir a quienes solo las planificaron.
Esto no deja de ser meritorio de manera alguna ya que demuestra a las claras la capacidad técnica con que contaba esa civilización, pero resulta tremendamente injusto que quienes sufrieron y murieron como moscas haciéndolas no queden en la historia tal como les corresponde.
En esta “Semana de los Pueblos Originarios” que acaba de finalizar yo no querría dejar pasar la oportunidad en este blog de comenzar a llamar a las cosas por su nombre y pedir que, de aquí en más, cada vez que hagamos referencia a los “túneles” de San Pedro, digamos: “construidos por los indios de la zona bajo las órdenes y planificación de los frailes franciscanos”.
Observando hoy a tremendas máquinas retroexcavadoras lidiar con la tosca, raspándola con las uñas de su pala y quitándola después porque de una no pueden con su dureza, uno imagina lo que debe haber sido para esos pobres infelices cavar con primitivos picos esos pasadizos.
También es de imaginar que no deben haber sido pocos los que murieron tal vez no sometidos por el látigo como les tocó a otros, pero sí sometidos a una creencia que no era la de ellos.
La historia universal está llena de grandes y majestuosas obras de pujantes civilizaciones… pero construidas por indios o esclavos, que en muchas oportunidades eran la misma cosa.
Nunca es tarde para empezar a recordarlos haciendo justicia en parte. Y para ello nada mejor que empezar por casa. Sabiendo que, si algún día aparecen los túneles, sus verdaderos constructores tendrán la misma importancia y jerarquía que guardamos para con sus planificadores franciscanos.
Nuestro país también se sumó a esta iniciativa. Según el Censo 2001 en la Argentina habitan un millón y medio de aborígenes integrados en 17 etnias.
Si bien cada comunidad tiene sus luchas específicas, Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz, sostuvo que “la mayoría de los conflictos que se producen en los territorios donde habitan pueblos indígenas son, en realidad, luchas por el control de los recursos naturales, como la madera, los minerales, el petróleo y la biodiversidad”.
Con policías provinciales y matones parapoliciales al servicio de los feudales que gobiernan muchos estados norteños de nuestro país, las comunidades indígenas resisten el desmonte y la sojización que viene detrás, haciendo más que evidente lo que señala Menchú.
Por estos días en San Pedro se efectúa una intensa tarea para descubrir los “míticos” túneles que alberga la ciudad en sus entrañas y que tendrían más de 200 años de antigüedad.
¿Qué tiene que ver esto con lo anterior? Pues que pareciese que muchos no saben que los mismos, si es que existen, fueron construidos por indígenas de los pueblos de la zona y no por los frailes franciscanos, como se repite permanentemente.
Obviamente que a los religiosos debe reconocérseles la planificación, organización y todo lo atinente a los detalles de la construcción. Pero quienes realmente los hicieron (como en Buenos Aires, Córdoba y Paraná) fueron los indígenas.
En realidad ocurre que todos lo sabemos pero, por hábitos culturales absorbidos desde la infancia, repetimos que fueron construidos por los franciscanos. Lo mismo sucede cuando hablamos de las pirámides erigidas por los egipcios. Si bien conocemos de sobra que fue la mano de obra esclava la que las levantó, se las solemos atribuir a quienes solo las planificaron.
Esto no deja de ser meritorio de manera alguna ya que demuestra a las claras la capacidad técnica con que contaba esa civilización, pero resulta tremendamente injusto que quienes sufrieron y murieron como moscas haciéndolas no queden en la historia tal como les corresponde.
En esta “Semana de los Pueblos Originarios” que acaba de finalizar yo no querría dejar pasar la oportunidad en este blog de comenzar a llamar a las cosas por su nombre y pedir que, de aquí en más, cada vez que hagamos referencia a los “túneles” de San Pedro, digamos: “construidos por los indios de la zona bajo las órdenes y planificación de los frailes franciscanos”.
Observando hoy a tremendas máquinas retroexcavadoras lidiar con la tosca, raspándola con las uñas de su pala y quitándola después porque de una no pueden con su dureza, uno imagina lo que debe haber sido para esos pobres infelices cavar con primitivos picos esos pasadizos.
También es de imaginar que no deben haber sido pocos los que murieron tal vez no sometidos por el látigo como les tocó a otros, pero sí sometidos a una creencia que no era la de ellos.
La historia universal está llena de grandes y majestuosas obras de pujantes civilizaciones… pero construidas por indios o esclavos, que en muchas oportunidades eran la misma cosa.
Nunca es tarde para empezar a recordarlos haciendo justicia en parte. Y para ello nada mejor que empezar por casa. Sabiendo que, si algún día aparecen los túneles, sus verdaderos constructores tendrán la misma importancia y jerarquía que guardamos para con sus planificadores franciscanos.
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