Una calurosa mañana de domingo de no hace mucho trajo un contingente de turistas que, tras descender de un confortable ómnibus sobre una de las cuadras de plaza “Constitución”, encaró decididamente hacia el Palacio Municipal.
Se los veía muy entusiasmados tomando fotos de la torre, almenas, puertas y faroles del municipio.
Como tenía una cámara en mi poder decidí tomarles unas imágenes y transformar esa situación en una nota de color para el canal. Seguirlos no fue difícil porque del lugar se corrieron algunos metros hasta llegar hasta el vistoso chalet de la familia Veiga y luego volvieron hacia la Iglesia del Socorro.
En la charla que vino a continuación con un señor mayor, integrante del contingente, pude enterarme que décadas atrás solía venir con asiduidad junto a otros fotógrafos a San Pedro porque les encantaba fotografiar las bellas construcciones que poseía el casco histórico de nuestra ciudad.
Lo manifestado trajo a mi memoria los tours o safaris fotográficos que congregaban a más de un centenar de personas con cámaras de todo tipo que recorrían desde la Aduana hasta avenida Sarmiento. Esos trabajos fotográficos luego se exponían en el Centro de Comercio o en alguna galería sampedrina,
Hoy, en cambio, contingentes de este tipo son la excepción. Si bien se conservan algunas casas muy valiosas en lo patrimonial la mayoría fue destruida a partir de los 90, llevándose también esos tours de fotógrafos, casi siempre, del Foto Club Buenos Aires.
Lo que se hizo en lugar de esas construcciones no concita el más mínimo interés de los turistas. Ni las miran. Y a eso lo pude apreciar también.
Sin dudas que esto es para reflexionar. Si tenemos en cuenta que los responsables de la desaparición del patrimonio histórico que tenía nuestra ciudad para reemplazarlo por lo que no le llama la atención absolutamente a nadie son, justamente, los que se suponen depositarios del buen gusto, sea porque estudiaron arquitectura, porque comercializan propiedades o simplemente, porque tiene dinero como para comprar y demoler.
Entiéndase bien esto. No me estoy refiriendo a la mayoría de los profesionales arquitectos, ni a la mayoría de las inmobiliarias ni a la mayoría de los que hoy tienen dinero para edificar, pero hoy la ciudad perdió belleza y no despierta ningún interés, salvo por algunos edificios puntuales. Ello está a la vista.
La política doméstica, como de costumbre, fiel aliada de los negocios inmobiliarios, se las arregló para patear cuanto pudo la actualización de la Ordenanza denominada “San Pedro 2000”. Esto no fue casual, de haberla actualizado hubiese debido cumplirla, en cambio el no hacerlo dejó la puerta abierta a las excepciones que siempre terminaban en un negocio más para algunos y en una ciudad más fea para todos.
Esto impidió, además, colocar bajo protección municipal muchas cosas que se perdieron y otra que estamos a punto de perder.
Ahora le va a tocar al paredón de Depietri. La obra que la provincia comenzará en pocos días más y que dotará a San Pedro de un acceso de doble vía hacia el puerto local debe, indefectiblemente, cobrarse parte del paredón de calle San Martín y todo el paralelo existente sobre la actual calle de bajada.
La firma Indalar ya ha construido un alambrado perimetral que marca el nuevo límite a partir de la cesión de aproximadamente 20 metros de terreno destinado a construir dicho acceso.
También quiero que se entienda bien esto, no solo no estoy en contra de la obra sino que me parece bien que se haga, pero estimo que si esa construcción (parte de la estación terminal de los “Ferrocarriles Económicos Eduardo Depietri”) hubiese estado protegida como correspondía por todo lo que significa para la historia de este pueblo, por ahí, el futuro acceso hubiera tenido otra traza.
Pero esto no termina aquí. En el interior de ese paredón y sobre el trazado del futuro acceso, existe enterrada una tremenda maquinaria de hierro de muchas toneladas y que servía para hacer girar las locomotoras. Detrás de ese mecanismo, según información existente, existía un enorme malacate que posibilitaba que los vagones, por una empinada vía, ascendieran y descendieran hasta el puerto.
Desconozco si tanto el malacate como las vías están aún enterradas ahí, pero el mecanismo giratorio de locomotoras ya fue detectado por el personal afectado a la obra.
Según lo que me manifestó un atribulado Mariano Veiga, presidente del consorcio de gestión, los encargados de la construcción del acceso tienen pensado extraer y destruir todo eso porque, por peso y tamaño, no hay donde ponerlo.
Yo no quiero imaginar a los profesionales de la Provincia trabajando en Roma, El Cairo, París o Atenas pero, me parece, ellos y el municipio deberían estudiar la forma de salvar esto que es parte de nuestra historia como pueblo y más si tenemos en cuenta que, si el proyecto hubiera prosperado, el destino de este lugar hubiese sido diferente.
Supuestamente va a haber una grúa que extraiga esos elementos. Si hay decisión (y lugar donde meter eso) me gustaría que quedara como monumento al más importante proyecto que haya existido en la ciudad. ¿Qué será engorroso sacarlo? Seguro. Aún así tengo esperanza que la razón y el criterio triunfarán y no va a ser necesario destruir esto… pero… humm… qué quiere que le diga… los antecedentes que tenemos en la materia no son para nada buenos.
Se los veía muy entusiasmados tomando fotos de la torre, almenas, puertas y faroles del municipio.
Como tenía una cámara en mi poder decidí tomarles unas imágenes y transformar esa situación en una nota de color para el canal. Seguirlos no fue difícil porque del lugar se corrieron algunos metros hasta llegar hasta el vistoso chalet de la familia Veiga y luego volvieron hacia la Iglesia del Socorro.
En la charla que vino a continuación con un señor mayor, integrante del contingente, pude enterarme que décadas atrás solía venir con asiduidad junto a otros fotógrafos a San Pedro porque les encantaba fotografiar las bellas construcciones que poseía el casco histórico de nuestra ciudad.
Lo manifestado trajo a mi memoria los tours o safaris fotográficos que congregaban a más de un centenar de personas con cámaras de todo tipo que recorrían desde la Aduana hasta avenida Sarmiento. Esos trabajos fotográficos luego se exponían en el Centro de Comercio o en alguna galería sampedrina,
Hoy, en cambio, contingentes de este tipo son la excepción. Si bien se conservan algunas casas muy valiosas en lo patrimonial la mayoría fue destruida a partir de los 90, llevándose también esos tours de fotógrafos, casi siempre, del Foto Club Buenos Aires.
Lo que se hizo en lugar de esas construcciones no concita el más mínimo interés de los turistas. Ni las miran. Y a eso lo pude apreciar también.
Sin dudas que esto es para reflexionar. Si tenemos en cuenta que los responsables de la desaparición del patrimonio histórico que tenía nuestra ciudad para reemplazarlo por lo que no le llama la atención absolutamente a nadie son, justamente, los que se suponen depositarios del buen gusto, sea porque estudiaron arquitectura, porque comercializan propiedades o simplemente, porque tiene dinero como para comprar y demoler.
Entiéndase bien esto. No me estoy refiriendo a la mayoría de los profesionales arquitectos, ni a la mayoría de las inmobiliarias ni a la mayoría de los que hoy tienen dinero para edificar, pero hoy la ciudad perdió belleza y no despierta ningún interés, salvo por algunos edificios puntuales. Ello está a la vista.
La política doméstica, como de costumbre, fiel aliada de los negocios inmobiliarios, se las arregló para patear cuanto pudo la actualización de la Ordenanza denominada “San Pedro 2000”. Esto no fue casual, de haberla actualizado hubiese debido cumplirla, en cambio el no hacerlo dejó la puerta abierta a las excepciones que siempre terminaban en un negocio más para algunos y en una ciudad más fea para todos.
Esto impidió, además, colocar bajo protección municipal muchas cosas que se perdieron y otra que estamos a punto de perder.
Ahora le va a tocar al paredón de Depietri. La obra que la provincia comenzará en pocos días más y que dotará a San Pedro de un acceso de doble vía hacia el puerto local debe, indefectiblemente, cobrarse parte del paredón de calle San Martín y todo el paralelo existente sobre la actual calle de bajada.
La firma Indalar ya ha construido un alambrado perimetral que marca el nuevo límite a partir de la cesión de aproximadamente 20 metros de terreno destinado a construir dicho acceso.
También quiero que se entienda bien esto, no solo no estoy en contra de la obra sino que me parece bien que se haga, pero estimo que si esa construcción (parte de la estación terminal de los “Ferrocarriles Económicos Eduardo Depietri”) hubiese estado protegida como correspondía por todo lo que significa para la historia de este pueblo, por ahí, el futuro acceso hubiera tenido otra traza.
Pero esto no termina aquí. En el interior de ese paredón y sobre el trazado del futuro acceso, existe enterrada una tremenda maquinaria de hierro de muchas toneladas y que servía para hacer girar las locomotoras. Detrás de ese mecanismo, según información existente, existía un enorme malacate que posibilitaba que los vagones, por una empinada vía, ascendieran y descendieran hasta el puerto.
Desconozco si tanto el malacate como las vías están aún enterradas ahí, pero el mecanismo giratorio de locomotoras ya fue detectado por el personal afectado a la obra.
Según lo que me manifestó un atribulado Mariano Veiga, presidente del consorcio de gestión, los encargados de la construcción del acceso tienen pensado extraer y destruir todo eso porque, por peso y tamaño, no hay donde ponerlo.
Yo no quiero imaginar a los profesionales de la Provincia trabajando en Roma, El Cairo, París o Atenas pero, me parece, ellos y el municipio deberían estudiar la forma de salvar esto que es parte de nuestra historia como pueblo y más si tenemos en cuenta que, si el proyecto hubiera prosperado, el destino de este lugar hubiese sido diferente.
Supuestamente va a haber una grúa que extraiga esos elementos. Si hay decisión (y lugar donde meter eso) me gustaría que quedara como monumento al más importante proyecto que haya existido en la ciudad. ¿Qué será engorroso sacarlo? Seguro. Aún así tengo esperanza que la razón y el criterio triunfarán y no va a ser necesario destruir esto… pero… humm… qué quiere que le diga… los antecedentes que tenemos en la materia no son para nada buenos.
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