El árbol y el bosque (por Eduardo Campos)

Durante la tarde del pasado domingo sucedió en San Pedro un hecho de usurpación masiva de terrenos por parte de familias sin techo y sin trabajo.
Esto es algo que no podemos decir que asombre a nadie dado que no es la primera vez que sucede. Como nunca se han solucionado los problemas de raíz siguen y seguirán sucediendo.
Parece increíble pero estos pobres no aprenden más. Miren que, desde los mensajes telefónicos a los medios, un montón de señores gordas (a veces con voz de hombre) les dicen cuál es la solución. Que no deben tener muchos hijos, que se tienen que morir, que deben dejar que les pase una aplanadora por encima etc. etc. Y los pobres no solo no hacen caso sino que, encima, usurpan terrenos, algo que solo les está permitido hacer a los clase media alta de San Pedro. Ellos pueden apoderarse de grandes sectores de islas que no les pertenecen para quemar lo que hay encima y sembrar soja o criar ganado, o apropiarse de la costa, o quedarse con casas y propiedades utilizando la usura o, actuando como funcionarios públicos, armarse de todos terrenos fiscales que puedan.
Pero la cuestión es que sucedió y, como en las anteriores oportunidades parece que lo saliente vendría a ser, (o debiera ser), lo secundario.
En lugar de conocer la situación de la gente responsable de la usurpación, la búsqueda de la noticia ahondó en ¿Quién podría estar detrás? Como si lo más importante fuera conocer quien habría incitado a que la gente usurpara esos terrenos.
Los funcionarios municipales manifestaron, lo que el secretario Gustavo Díaz, el lunes en TV, declaró: Que conocían que esto, (por las usurpaciones) iba a pasar. La pregunta sería entonces: ¿si lo sabían, por qué no actuaron antes? Luego ahondaron en la teoría conspirativa para complacer la demanda de los medios de comunicación.
Es muy posible que haya personas que incitaron la toma de los terrenos, pero eso no es lo más importante, simplemente se trata de miserias humanas. Si las autoridades lo averiguan y no lo ocultan a la comunidad, como se ha hecho en los anteriores casos, (vaya a saber por qué) la cuestión estará resuelta.
Por suerte el mencionado funcionario y el resto de sus pares, además de esto, también se abocaron a resolver la cuestión logrando, en esta oportunidad, más resultados que las demás administraciones municipales anteriores ante casos similares, y esto no es un detalle menor.
Pero todo esto no es más que el árbol y no el bosque. Me tocó dialogar con algunas de las personas que efectuaron la toma de uno de los terrenos y en pocos minutos salía el verdadero problema, el quid de la cuestión.
Esta gente, a la par de no tener vivienda, (aunque alguno suponga que vivir con familia numerosa en la casa del padre con otra familia, es tener también vivienda) se quedó sin trabajo en su mayoría.
Eran peones rurales que trabajaban en la fruta, una de las potencialidades de nuestra economía y que el fenómeno por todos conocidos hizo que los productores arrancaran los montes y se dedicaran a la soja. Vale decir que este monocultivo no solo provoca daños ambientales, problemas en la salud sino que, al eliminar puestos de trabajo, genera más pobreza y dolores de cabeza al resto de la sociedad.
Ese me parece que es el punto principal a abordar tras lo que ocurrió el domingo por la tarde. Las autoridades comunales deben ver cómo resolver esta problemática porque sino, lo que hagan, será patear el problema hacia adelante y, como sucede desde hace mucho en San Pedro, cada dos años hay una usurpación de terreno.
Una década y media de neoliberalismo nos ha dejado con ideas equivocadas con respecto al tema de la vivienda. Hoy suponemos que la casa tiene que ver más con la propiedad privada que con otra cosa. Sin embargo el derecho a la vivienda está consagrado en la constitución nacional.
En la Argentina a los próceres y estadistas se los homenajea mucho pero no se los honra nada. Alguna vez uno de ellos originó un movimiento político que continúa hasta nuestros días y señaló como una de sus verdades: “Donde hay una necesidad, hay un derecho”.
Recuerdo esto porque la provincia y la nación se hallan gobernadas por gente proveniente de ese partido político. Dos años atrás, estuvieron jaqueados por el campo. Ese conflicto sirvió para que tomaran conocimiento que la soja no explicaba todo y que había pequeñas economías, como los tambos, que estaban agonizando y dejaban gente en la calle en una proporción inmensamente mayor a la que la soja podía tomar. La atención gubernamental al sector tambero resolvió, más o menos, la cuestión.
Bien, al igual que los tambos, nuestra fruticultura generadora de trabajo y los viveros están a punto de desaparecer debido a la soja. No resulta una vergüenza que exista un superávit de más de 50 mil millones de dólares en el país y no haya algún tipo de crédito o subsidio para la fruticultura. Se espera en San Pedro en pocos días al ministro de economía. Entre otras cosas Boudou inaugurará un busto de Perón. Sería interesante que, como decía, además de homenajear a Perón se lo honre, mostrando al ministro que esta situación está generada por un monocultivo y que nuestra economía no depende de él sino de lo que, sin ayuda estatal, desaparecerá. Recién ahí estaremos empezando a solucionar todos los problemas de usurpaciones y de inseguridad, que también tiene que ver con esto.