El rayo que se nos va (por Eduardo Campos)

Con el transcurrir de los días el rayo que, aseguraban, había derribado el Airbus 330 de Air France, se está desdibujando y empiezan a escucharse algunas explicaciones un tanto más serias, aunque sin la claridad que la comunidad internacional requiere de parte de una aerolínea como lo es Air France y sobre algo tan delicado como lo es la pérdida de 228 vidas.
Según Clarín (7 de junio) el aparato siniestrado emitió 24 datos de anomalías graves en sus sistemas de vuelo en los 14 minutos que van desde la última comunicación del piloto con Recife y la desaparición de la máquina.
De entrada no más teníamos a la teoría del rayo y la tormenta perdiendo consistencia a partir de las manifestaciones hechas por tripulantes de dos vuelos de Lufthansa y uno de la brasileña TAM que habían observado la luminosidad producida por algo que caía en llamas al mar. Vale decir que la tormenta no era tan taura ya que otros aviones volaban simultáneamente por la misma zona.
El rayo se nos aleja aún más si leemos en la citada edición de Clarín que la Agencia de Investigación y Análisis Aéreos sostuvo que Air France no cumplió con el programa de sustitución de una serie de instrumentos recomendada por Airbus, la constructora del avión. Agrava la cuestión el hecho de que los problemas que acarreaban esos dispositivos eran ya conocidos.
Y ya el rayo se nos diluye totalmente al observar el comunicado del sábado emitido por la empresa Air France en la que informa que (textual) “acelerará el programa de reemplazo de los sensores de velocidad en sus aviones Airbus 330 y 340, dada la posibilidad de que estos puedan tener alguna relación con la tragedia del vuelo 447 que hacía el trayecto Río-París”.
Lo que he escrito hasta aquí usted lo puede ver, escuchar y leer en cualquier canal de TV, radio o diario. Simplemente tomé algunos tramos de la información que trajo Clarín el domingo para poder observar como la mentira, que había copado toda la información a partir de la tragedia, va dejando lugar a las certezas.
En un comienzo el rayo había ganado todos los titulares. Lo raro era que no se trataba de una teoría de un medio de comunicación en particular sino que esa hipótesis había estallado en todos los medios del mundo en forma simultánea.
Al igual que la inalterable secuencia de despegue-vuelo-aterrizaje que hace un avión, la información que nos ocupa tiene un camino parecido: empresa-agencias noticiosas-medios-público.
Lo grave del tema es que nadie, en los medios de comunicación, haya dicho: “No, esto no puede ser, acá hay algo raro” sino que, sin excepción, hayan repetido como loros la hipótesis que les llegaba a segundos de informar del desastre sucedido.
Claro, para entender esto hay que construir otra secuencia: empresa-publicidad (dinero-poder)-medios. En una palabra lo que los medios hicieron fue tratar de lavar la imagen de una potente aerolínea a la que se le viene abajo un avión con más de doscientas personas.
En líneas generales podemos observar que la prensa en todo el mundo tiene una particular debilidad por el poder y el dinero y que actuará salvando o condenando a quien sea según ese principio.
Hago una pausa para contar una anécdota de algo que me pasó en oportunidad de cubrir para el viejo Canal 4, junto a Eduardo Dlapa y Aldo Nocera, la competencia automovilística de la que participó el recordado Osvaldo “Pato” Morresi en Daytona, EEUU.
Eran los primeros días de febrero de 1993 y, de vuelta al país por Aerolíneas Argentinas, quise dialogar (por inquietud periodística) con el comisario de a bordo sobre la situación por la que pasaba la empresa.
Por esa época Aerolíneas estaba siendo vaciada desde el propio Estado por el menemismo que intentaba traspasarla a capitales privados. Los crueles recortes en los presupuestos hacían que las aeronaves, con más de trescientas pasajeros, viajaran con tripulaciones de siete u ocho personas en lugar de los 12 o 15 de rigor.
Era una atención de mierda a bordo, pero lo más grave es que esto tenía su correlato en lo que respecta al mantenimiento de las aeronaves. Con cientos de despedidos, los talleres hacían lo que podían para mantener en vuelo algunas de las máquinas estando al borde de la tragedia, sin que al gobierno se le moviera un pelo.
En un determinado momento de una conversación que se prolongó por más de una hora, el comisario de a bordo me comentó con bronca: “Te das cuenta que estamos volando en una lata a 10 mil metros de altura”.
Traigo a colación esto porque nos da una idea, primero, por qué sucedió lo que sucedió con una aerolínea, pequeña si, pero con un prestigio internacional muy grande. Y segundo, en ese período ningún avión de Aerolíneas Argentinas se cayó. Hoy estamos lamentando la pérdida de 228 personas producidas en una de las más modernas máquinas que existen.
Lo cierto es que, sean nuevos o sean viejos, los aviones se caen cuando no están en condiciones. Y tienen cosas que no están en condiciones cuando el mantenimiento es ineficiente, y el mantenimiento es ineficiente cuando se achica y se ahorra en lo que no debe achicarse y en lo que no se debe ahorrar. Esa es la razón que los medios callan. Ese es el rayo del que deberíamos ocuparnos.
Y en la Argentina debemos pensar que el rayo no es la inseguridad. El rayo es la miseria, la desocupación, el analfabetismo, la falta de salud, la mortalidad infantil y el peculado. La inseguridad no es causa sino efecto de todo eso. Pero los candidatos, como los medios, nos están queriendo vender un rayo que no es. Ayer los rayos fueron Aerolíneas, el petróleo y los ferrocarriles, hoy el rayo que nos quieren vender es la inseguridad. Pero, en definitiva, el asunto está en que los compremos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
la culpa no es del chancho ni del rayo...