El eterno proceso (por Gabriel Stringhini)

Sin que nos pese, sin que nos preocupe, sin generarnos culpa, seguimos inmersos en la sociedad del proceso.
A cada minuto, miles de sampedrinos manifiestan, de forma directa o solapada, su anhelo de que el péndulo de la historia traiga de regreso el caos al que, por alguna extraña razón, relacionan con el orden.
No es osado pensar que una mayoría de nuestros convecinos (gran parte de ellos buenas personas… en el fondo) se tranquilizarían al escuchar otra vez el repique de una bota militar en los pasillos del edificio de Pellegrini 150.
Para esos cerebros procesados, más que procesistas, los uniformados son como una dominatriz calzada con largos tacos, a los que se someten con placer. Compartamos, si no, las características del masoquista: “Reconocimiento de la autoridad y de la sujeción a la misma, obediencia sin paliativos, aceptación activa del orden impuesto y de los métodos de castigo utilizados para mantenerlo, cooperación en los mecanismos represivos…”. ¿Les suena?
El San Pedro de hoy no aprendió nada de sus muertos de ayer. Los colaboracionistas, alcahuetes y cómplices son premiados con la presidencia de instituciones otrora prestigiosas vinculadas al deporte, la salud, la cultura o la historia, y hasta reciben distinciones de las autoridades democráticas.
Los directos responsables de decenas de asesinatos, robos, violaciones y apropiaciones de menores se reconvirtieron en voceros de políticos de turno, conspiradores amateurs o simples jubilados que disfrutan de sus nietos sin remordimientos. Incluso, sus vecinos están dispuestos a movilizarse si algún Juez decide “remover la mierda” e iniciar un tardío proceso para investigar sus crímenes. “Es un pobre viejo” se escucha decir todavía a quienes defienden al que fue en su momento un muy joven hijo de puta que evitó que otros llegaran a ser tan viejos como él lo es ahora.
No es casualidad que nuestro Concejo Deliberante haya tenido voceros de Massera o Rico en sus filas, o que las paredes de la ciudad tengan cada vez más leyendas del tipo “Volvé Videla”. No es circunstancial que la política social imperante en los últimos quince o veinte años haya sido la de amontonar pobres en un sector de la ciudad para que no estorben al resto.

El progresista burgués
Pero también deberían sobrellevar con algo de dignidad su responsabilidad quienes, con su condición asumida o inconciente de idiotas útiles, estuvieron al servicio de los líderes que prometían una falsa revolución, en la que no creían seriamente.
Es válido pensar cuál sería la reacción de quienes fueron asesinados pensando en crear las condiciones para una sociedad más justa si vieran a sus compañeros de lucha travestidos en burgueses. Con discurso de ocasión, hay quienes creen que alimentan su vena insurrecta por leer “Página 12”, mientras degustan un vino de 100 pesos la botella en un restaurante costero y ven a los pobres en fotos.
¿Qué harían los que ya no están con sus viejos compañeros si los identificaran entre los grupos de apoyo a la Sociedad Rural, como asesores de liderazgo en empresas transnacionales, o funcionarios al servicio de gobiernos de dirección política incierta?
Levantar las banderas de las viejas reivindicaciones y portar las fotos de las víctimas del genocidio no son suficientes, en este tiempo, para evitar que la historia se repita. Es necesario un replanteo de los discursos del pseudoprogresismo burgués para no seguir alejándose, cada vez más, de una mayoría de los jóvenes que adoptaron el discurso contrario, y amenazan con ser la nueva generación procesista.

El proceso futuro
Resulta alarmante la forma en que innumerables chicos de nuestra ciudad atraviesan su adolescencia con un discurso heredado que atrasa cien años.
Frases de contenido altamente discriminatorio como “negro de mierda” o “puto del orto” se escuchan cada vez con mayor frecuencia entre esos jóvenes, fomentados por una cultura racista, armamentista, violenta y homofóbica transmitida, en la gran mayoría de los casos, por sus padres.
Lo que para muchos puede ser apenas una expresión propia de la edad, en realidad evidencia una forma de pensamiento con raíces concretas. Los pibes que crecen bajo determinada influencia cultural, social o económica, pretenden un vida encapsulada, aislada de quienes viven en la marginación o se visten de una forma determinada forma.
Solo una pequeña minoría ha surgido en reemplazo de los miles de jóvenes que hace treinta o cuarenta años recorrían los barrios para trabajar en comedores, iglesias, talleres o centros culturales.
En forma inversamente proporcional, creció el porcentaje de quienes, temerosos del choque cultural, pregonan el exterminio, sin eufemismos. A esos “negros”, que por defecto son “chorros”, hay que “meterles bala” o mejor aún “prenderlos fuego desde chiquitos”. En esa tarea, claro, no van a mancharse las manos, porque para eso está (suponen ellos) la policía o algún escuadrón de la muerte por formarse. Y se alegran, sin ocultarlo, si una pelea entre “pibes chorros” termina con uno o dos muertos. “Uno menos” sonríen.
¿Cómo se llegó a este nivel de odio? Aunque les cueste admitirlo, también en este punto hay responsables en el “campo progresista”.
Por ejemplo, aquellos que sistemáticamente se negaron a aceptar que los menores que delinquen no son las únicas víctimas a las que hay que defender. También lo son aquellos vecinos que sufrieron el delito protagonizado por esos chicos. Mientras un reclamo (el de sacar al menor de la marginalidad) siga contraponiéndose con el otro (el de quien sufrió el delito) el rencor seguirá generando el caldo de cultivo para las actitudes fascistas.
Esos adolescentes llenos de prejuicios y conductas intolerantes, hoy víctimas de su propia crianza, serán dentro de un tiempo ciudadanos que tomarán decisiones y, eventualmente, llegarán a espacios de poder.
Son las nuevas generaciones que idearán y pondrán en marcha los futuros “procesos”.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Excelente pluma, desde el título hasta la última palabra. Mis más sinceras felicitaciones a su autor, que nos brinda la esperanza de corregir tanta hipocresía. Lo saluda atentamente Ing. Sergio Germán Vidama.
Anónimo ha dicho que…
Muy buena nota Gabriel, felicitaciones, acuerdo con cada una de las ideas. Igual me atrevo a defebder a Pàgina 12, por lo menos allì, de vez en cuando, podemos leer a Galeano, Gelman, Chomsky, Emir Sader.. ¿le darìan espacio otros medios a estos pensadores?. Abrazo fuerte! Juan Cruz Blanco.