Ciudad de ratas y suicidas



194…, una extraña plaga de ratas invade Orán, una ciudad olvidada del norte de Africa, con ascendencias en el viejo imperio francés, orgullosa de lo que pudo ser y nunca fue.
La plaga se transforma en peste al tiempo que el portero del edifico del Dr. Rieux, uno de los más reconocidos de la ciudad, es la primera víctima.
Un médico con experiencia, llamado Castel, al leer las cifras y los síntomas de las personas fallecidas hasta ese momento, concluye finalmente que la peste ha tomado Orán sin resistencia.
Grand, un empleado del Ayuntamiento encargado de hacer las sumas de las defunciones va a ver a Rieux, quien obtiene que la prefectura convoque a una comisión, que toma definiciones más políticas que sanitarias. La población, en tanto, pasa de la indiferencia absoluta a la desesperación.
La solución de los gobernantes es la misma de muchos gobernantes: se cierran las puertas de la ciudad, por lo que muchas familias quedan separadas. Mientras los ciudadanos se adaptan al inopinado exilio, la peste pone guardias en las fronteras de Orán y hace cambiar de ruta a los barcos que se dirigían hacia allá. El comercio decae y los habitantes permanecen inactivos, sin nada que hacer salvo emborracharse, divagar en los cafés y ver una y otra vez la misma película en el cine local.
El final del primer mes de la peste es ensombrecido por un incremento de víctimas y por el sermón de un cura llamado Paneloux, quien dice que la epidemia atacará sólo a aquellos que no son dignos del reino de Dios.
La desesperación se incrementa con el verano, y mientras algunos proponen crear brigadas ciudadanas para exterminar las ratas, otros intentan escaparse del encierro por medios ilegales.
La peste avanza, fundamentalmente en los más necesitados, aquellos que viven en espacios reducidos, y aniquila los batallones de soldados y los presos en las cárceles.
Los entierros son apenas una ceremonia administrativa, hasta que pasan a ser simples crematorios sin llantos.
El cura se muere, un experimento en niños fracasa, comienza la especulación de precios en los comerciantes y, casi al mismo tiempo, la peste cede, conforme con su cometido.

***

Las equivalencias entre la ciudad que inspiró a Albert Camus para escribir una de las mejores novelas de la historia (La Peste, por supuesto) y San Pedro, son realmente fascinantes.
La decadencia de una sociedad que se creía invulnerable ante los cambios que el mundo experimentaba está terminando, también en nuestro caso, de la peor forma. La vieja idea de un San Pedro hermético, en el que los males no ingresaban, y con una campana de cristal que lo recubría, se cayó a pedazos hace largo rato.
También en este caso, las ratas son las que primero aparecen, aunque no se les vea la cola, y las miserias humanas siguen a las pestes de todo tipo.
La principal diferencia, sin embargo, es que los sampedrinos nunca pasan de la indiferencia en los temas verdaderamente importantes, y se concentran en matar a las lauchas antes que en buscar una cura para la enfermedad, cuyos portadores son las ratas de cloacas.



***



Los roedores de la novela de Camus son el emergente de una ciudad a punto de estallar, envuelta en vicios y colapsada por el abandono de la metrópoli.
En San Pedro, el signo que nadie quiere ver, y que pasa inadvertido ante la indiferencia de la sociedad, son los locos y los suicidas, o ambos al mismo tiempo.
Las cifras que se conocerán en detalle en los próximos días indican que por segundo año consecutivo, un centenar de personas intentaron suicidarse o lo lograron solo en la ciudad en 2006. Los datos son oficiales y corresponden al Hospital Subzonal San Pedro, por lo que no incluyen a las localidades del partido, a los centros privados ni a los casos que se ocultaron en la familia por pudor y se disfrazaron de accidentes. Las cifras de este año serían aún más graves.
Hace dos años, una nota publicada en “El Diario de San Pedro” daba cuenta de que nuestra ciudad ostenta el récord mundial de suicidios e intentos, superando largamente las cifras que se registran en los lugares del mundo con peores condiciones en la materia, como Hungría, los países nórdicos o China.
La cifra fue creciendo en los últimos tiempos, por razones que son todavía un misterio gracias a la desidia y la falta de interés de los dirigentes, los especialistas y el pueblo en general: pasaron de 36 intentos registrados en el 2004 a 90 en el 2005 y casi un centenar el año pasado.
Asimismo, el número de atenciones por problemas psiquiátricos en el Hospital se mantiene estable entre los 4.000 y 4.500 en los últimos cinco años.

***

Los habitantes de San Pedro siguen metidos de lleno en la discusión absurda, en la chicana diaria, en el chusmerío simple, en la cotidianeidad de creerse más de lo que son. La mediocridad los transforma en ratas que salen de las alcantarillas al ritmo de algún flautista desafinado que tome el turno para interpretar la música que todos quieren escuchar. De esa forma, todos terminarán cayendo por la barranca y ahogándose en el río.
A diferencia de “La Peste” nadie todavía propuso crear brigadas para terminar con los locos y rematar a los suicidas.
No debe faltar demasiado.
Gabriel Stringhini

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
hola gabriel, me gustan mucho tus columnas de opinion, muy interesantes y profundas. estoy seguro que "juanito" esta armando la brigada para rematar suicidas y matar a los locos. Al gobierno municipal lo siento como una dictadura encubuierta, falta que nos metan presos por pensar distinto, por que torturas y represion hay a montones.