“Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, “a pública retracción ante la puerta principal de la Iglesia de París” a donde debía “ser llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano”; después, “en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado, deberán serle atenazadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha (…) quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas, y sus cenizas arrojadas al viento”.
Cualquiera que haya leído al filósofo Michel Foucault conoce esta cita, que introduce el capítulo “El cuerpo de los condenados” de su genial obra “Vigilar y castigar”.
Pasaron siglos de aquella condena, publicada entonces por “La Gazette D`Amsterdam”, y de aquella práctica que consistía en castigar públicamente a quienes habían cometidos crímenes, como un espectáculo. Una fiesta punitiva pública de la que muchos hoy quisieran participar.
Entre las sombras del discurso
Ayer, en la reunión que se desarrolló en el Centro de Comercio e Industria de San Pedro, con las mejores intenciones de encontrar soluciones a la problemática de la inseguridad –a la que algunos señalan como creciente, a pesar de las estadísticas que no lo corroboran- no se esbozaron expresiones a favor del espectáculo punitivo por varias razones; lógicamente cambió la época después de cientos de años de avances en derecho (cuestión que bien explicaría un abogado) y no sería políticamente correcto enunciarlo.
Sin embargo, en el discurso de muchos de los vecinos subyació un dejo de deseo: el de matar a todos los “delincuentes”y de ser posible hundirlos en una fosa común.
Las expresiones más espantosas sobre la necesidad de endurecer las leyes, desconociendo, por otro lado, qué dice la Ley respecto de las penas y lo que sucedió después de la “reforma Blumberg” (¿disminuyó acaso el índice delictivo?), surgieron a la luz pero ensombrecidas, queriendo disimularse porque el discurso socialmente asumido, afortunadamente, no lo admite.
No faltó poco para que incluso se mencionara “hay que matarlos desde chiquitos”… ¿Alguien acaso reparó algún instante en el rostro de un nene nacido en el seno de una familia pobre y cuyos miembros delinquen? ¿Alguien lo miró a los ojos?
La necesidad de llevar a cabo acciones en función de los demás es un deber que tenemos todos. Ayer, el Dr. Emilio Luciano, Juez de Menores de San Nicolás, lo dijo claramente: somos todos responsables, como comunidad, de hacer de San Pedro un lugar donde no haya que lamentar hechos delictivos graves. Pero la solución está en la prevención.
Yoísmo
“Yo pago mis impuestos y quiero soluciones”, “Yo no ocupo una función pública y no tengo poder de decisión”, “Yo aporto a la comuna y nadie me cuida”. El yoísmo prevaleció en las alocuciones de ayer y algunas voces que intentaron plantear la necesidad de dejar de pensar individualmente fueron apenas escuchadas, bajo un murmullo generalizado.
¿Y cómo personas? Seguramente será muy difícil hallar la raíz del delito, hay quienes realizaron arduos estudios de la materia, y este no es un lugar para mencionarlos. Pero simplemente en este mismo blog, se puso en consideración de los lectores una encuesta para apenas saber qué pensaban sobre las causas de la inseguridad. El 65% respondió “Inequidad social”. ¿Qué hacemos entonces para generar integración en la sociedad? ¿De qué manera todos como personas contribuimos a la equidad social?
“Gente como uno”
En primer término, los sampedrinos nos debemos una autocrítica. Buscar culpables en todas partes no es más que deshacernos nosotros mismos de nuestras propias responsabilidades como personas. Es cierto, cada cual tiene distintas funciones y distintas responsabilidades que cumplir. Entonces, como ciudadanos, exijamos que ello efectivamente se haga.
Encerrarnos, enrejarnos, “alarmarnos” no soluciona ninguna cuestión. El Dr. Luciano habló de la necesidad de trabajar con los niños de 5 años criados en familias conflictivas. ¿Por qué no integrarlos, mostrarles que existen otras posibilidades de ser que dignifican a la persona? Hay quienes creen que sería mejor construir una muralla que, al estilo de los hospitales para leprosos (algo horroroso, también), separe a la “gente mala” de la “gente como uno”. Y yo me pregunto: ¿Cómo es la “gente como uno”?
Felicitas Bernasconi
Cualquiera que haya leído al filósofo Michel Foucault conoce esta cita, que introduce el capítulo “El cuerpo de los condenados” de su genial obra “Vigilar y castigar”.
Pasaron siglos de aquella condena, publicada entonces por “La Gazette D`Amsterdam”, y de aquella práctica que consistía en castigar públicamente a quienes habían cometidos crímenes, como un espectáculo. Una fiesta punitiva pública de la que muchos hoy quisieran participar.
Entre las sombras del discurso
Ayer, en la reunión que se desarrolló en el Centro de Comercio e Industria de San Pedro, con las mejores intenciones de encontrar soluciones a la problemática de la inseguridad –a la que algunos señalan como creciente, a pesar de las estadísticas que no lo corroboran- no se esbozaron expresiones a favor del espectáculo punitivo por varias razones; lógicamente cambió la época después de cientos de años de avances en derecho (cuestión que bien explicaría un abogado) y no sería políticamente correcto enunciarlo.
Sin embargo, en el discurso de muchos de los vecinos subyació un dejo de deseo: el de matar a todos los “delincuentes”y de ser posible hundirlos en una fosa común.
Las expresiones más espantosas sobre la necesidad de endurecer las leyes, desconociendo, por otro lado, qué dice la Ley respecto de las penas y lo que sucedió después de la “reforma Blumberg” (¿disminuyó acaso el índice delictivo?), surgieron a la luz pero ensombrecidas, queriendo disimularse porque el discurso socialmente asumido, afortunadamente, no lo admite.
No faltó poco para que incluso se mencionara “hay que matarlos desde chiquitos”… ¿Alguien acaso reparó algún instante en el rostro de un nene nacido en el seno de una familia pobre y cuyos miembros delinquen? ¿Alguien lo miró a los ojos?
La necesidad de llevar a cabo acciones en función de los demás es un deber que tenemos todos. Ayer, el Dr. Emilio Luciano, Juez de Menores de San Nicolás, lo dijo claramente: somos todos responsables, como comunidad, de hacer de San Pedro un lugar donde no haya que lamentar hechos delictivos graves. Pero la solución está en la prevención.
Yoísmo
“Yo pago mis impuestos y quiero soluciones”, “Yo no ocupo una función pública y no tengo poder de decisión”, “Yo aporto a la comuna y nadie me cuida”. El yoísmo prevaleció en las alocuciones de ayer y algunas voces que intentaron plantear la necesidad de dejar de pensar individualmente fueron apenas escuchadas, bajo un murmullo generalizado.
¿Y cómo personas? Seguramente será muy difícil hallar la raíz del delito, hay quienes realizaron arduos estudios de la materia, y este no es un lugar para mencionarlos. Pero simplemente en este mismo blog, se puso en consideración de los lectores una encuesta para apenas saber qué pensaban sobre las causas de la inseguridad. El 65% respondió “Inequidad social”. ¿Qué hacemos entonces para generar integración en la sociedad? ¿De qué manera todos como personas contribuimos a la equidad social?
“Gente como uno”
En primer término, los sampedrinos nos debemos una autocrítica. Buscar culpables en todas partes no es más que deshacernos nosotros mismos de nuestras propias responsabilidades como personas. Es cierto, cada cual tiene distintas funciones y distintas responsabilidades que cumplir. Entonces, como ciudadanos, exijamos que ello efectivamente se haga.
Encerrarnos, enrejarnos, “alarmarnos” no soluciona ninguna cuestión. El Dr. Luciano habló de la necesidad de trabajar con los niños de 5 años criados en familias conflictivas. ¿Por qué no integrarlos, mostrarles que existen otras posibilidades de ser que dignifican a la persona? Hay quienes creen que sería mejor construir una muralla que, al estilo de los hospitales para leprosos (algo horroroso, también), separe a la “gente mala” de la “gente como uno”. Y yo me pregunto: ¿Cómo es la “gente como uno”?
Felicitas Bernasconi
Comentarios
Yo pienso que si se matan delincuentes y ladrones en un sentido no sesgado del término, varios tipos que hablaron en la reunión no zafan. Y además se ahorraría el trabajo del cavado de la fosa pues varios tienen panteón familiar. Yo no fui, desde ya. La gente que quiere discutir de verdad el tema no puede ir a una reunión de concejales inútiles, almaceneros armados y policías ineptos o cómplices; sería como ir a un debate sobre la despenalización de la marihuana organizado por Andy Chango y el Mono de Kapanga. Una verdadera pérdida de tiempo. Le recomiendo a Gabriel que se consiga (ojo!!! no dije bajar de internet porque es delito y Grecco ya se compró la recortada) el tema de Tracy Chapman "Bang bang bang". Con traducción en mano, confío en que podrá hacer algo interesante en su programa.
Alicia farina