“Y en San Pedro…,¿la gente se preocupa por el medio ambiente?”.
El interrogante surgió, sorpresivo, en el marco de una charla con un periodista de Baradero que acababa de relatar cómo, a través de la toma de conciencia ciudadana, se estaba evitando que nuestros vecinos recibieran toneladas de porquerías tóxicas identificables como “barros industriales”.
Poco después, el Concejo Deliberante de la misma ciudad empezó a preguntarse por qué tenían que seguir soportando, en nombre de la buena vecindad, que nuestras deyecciones viajen cual olorosos misiles agua-tierra hacia sus costas.
Para responder por este medio al colega, y sin un estudio estadístico oficial de por medio -de esos que tanto les gusta falsear a determinados funcionarios- estamos en condiciones de afirmar que el medio ambiente les interesa a los sampedrinos, literalmente, una mierda.
El reciente intento de los vecinos de Las Canaletas, la bajada de Chaves y el centro El Amanecer por evitar que se concrete un proyecto pésimamente planificado para descargar vacas y soja en medio de un barrio que tenía aspiraciones de transformar su zona en turística, apenas tuvo eco en la sociedad. Los escasos habitantes de este contaminado suelo que prestaron atención al inédito episodio lo olvidaron rápidamente, más preocupados por el lobizón de Gobernador Castro que por los zorros viejos que abundan en San Pedro.
Detrás del posible impacto sobre la costa, subyacen además otros temas de los que pocos quieren hablar, como la legitimidad de los papeles que otorgan propiedad a un privado sobre las islas, el desastre ecológico que provocará la plantación de cientos de hectáreas de soja en ese lugar y hasta la identidad del verdadero propietario de las vacas.
Más allá de que los camiones que finalmente pasen por el lugar sean diez, cien o mil, es de destacar que gente de trabajo, habitualmente segregada por los sectores sociales de mayor poder, tome en sus manos una bandera que (casi) nadie había enarbolado: la de la resistencia medioambiental.
El precedente más cercano se produjo el año pasado, cuando un reducido grupo de profesionales y vecinos de a pie se reunieron en varias oportunidades para expresar su preocupación y reclamar un estudio concienzudo del anunciado proyecto del inefable Max Higgins, antes de que se destruyera la zona de Vuelta de Obligado. Lo que parecía el impulso para un debate serio y profundo, parece haber terminado en lo mismo de siempre: nada.
Definamos…
Mientras en todo el mundo, los movimientos ambientales crecen a pasos agigantados, San Pedro, como es costumbre, va a contramano.
En nuestro distrito hay un solo ambientalista que pueda considerarse como tal. Enrique Sierra (el de los pajaritos, como él mismo se identifica) gastó hectolitros de saliva en explicar las consecuencias de continuar por este camino. Decir que pocos lo escucharon es un eufemismo.
La inestimable colaboración de la Wikipedia nos permite saber que se entiende por medio ambiente “al entorno que afecta y condiciona especialmente las circunstancias de vida de las personas o la sociedad en su conjunto”.
La enciclopedia interactiva agrega que “comprende el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano y en las generaciones venideras”.
Es decir, no se trata sólo del espacio en el que se desarrolla la vida sino que también abarca seres vivos, objetos, agua, suelo, aire y las relaciones entre ellos, así como elementos tan intangibles como la cultura.
½ ambiente
El simple hecho de que no represente una preocupación que nuestras porquerías (excrementos defecación, deposición, excreción, evacuación, detritos, heces, caca, cagada, boñiga o suciedades varias) caigan al río sin ningún tratamiento, habla mal de esta sociedad.
Quiere decir que además de discriminatorios con sus (nuestros) propios conciudadanos y despreocupados por el futuro de sus hijos, entre muchas otras cosas, son (somos) unos vulgares mugrientos.
Si el tema le preocupara aunque sea al cinco por ciento de la población, los gobernantes podrían cobrarle al gobernador Scioli los miles de votos que le acarrearon en las últimas elecciones con el financiamiento para una nueva planta depuradora. O al menos con una gestión del más alto nivel ante organismos internacionales de crédito. Ese es el motivo por el que resulta pueril la explicación de que el costo es millonario, y que los fondos reservados debieron ser utilizados durante la emergencia del año 2000.
Quizás haya que esperar que los vecinos de Baradero se movilicen por nosotros para que nos demos por aludidos.
Por si fuera poco, en pleno conflicto con Uruguay por las papeleras que arrojan desechos sobre el río homónimo, San Pedro se da el lujo de tener tres plantas que vierten vaya uno a saber qué sobre el baqueteado Paraná o los riachos que desembocan en él.
Sin reacción luego de un informe del año 2005 del programa televisivo Da2 en el que se detallaba con imágenes la situación (con la colaboración del mencionado Kike Sierra) el gobierno municipal pidió informes a Papel Prensa recién luego de que una nota a dos páginas del Diario Perfil instalara el tema a nivel nacional. En aquel entonces, el periodista Nelson Castro me preguntó en su programa radial exactamente lo mismo que el colega de Baradero hace unos días: “Y la gente de San Pedro ¿qué reacción ha tenido?”. La respuesta fue, por supuesto, la misma: ninguna.
Miro en tu mente y veo…
El problema del basural no nació con este gobierno, ni es propiedad exclusiva de San Pedro. Pero el gran negocio que se esconde detrás de la basura (desde las empresas que recolectan hasta quienes explotan a los cartoneros) tiene un emergente nuevo en los últimos años: los rellenos insanitarios.
Volvemos a la Wikipedia: “En el relleno sanitario, a medida que se va colocando la basura, ésta es compactada con maquinaria y cubierta con una capa de tierra y otros materiales para posteriormente depositar otra capa de basura y así sucesivamente hasta que el relleno sanitario se da por saturado”.
En un mundo ideal, el relleno es un método de ingeniería para la disposición de residuos sólidos en el suelo de manera que se le dé protección al ambiente, mediante el esparcido de los residuos en pequeñas capas, compactándolos al menor volumen práctico y cubriéndolos con suelo al fin de día de trabajo, previniendo los efectos adversos en el medio ambiente. Siempre en ese planeta de fantasía, se incluyen tratamientos de lixiviados, quema de gas metano, planes de reforestación y control de olores.
En Europa, claro, cuentan con normas que exigen un tratamiento de residuos antes de confinarlos al relleno, para eliminar su potencial peligro, tanto para el ambiente como para la salud humana.
El sistema, visto así, es superador de un problema que las tres ciudades involucradas (San Pedro, Baradero y Ramallo) tienen desde hace décadas. El único inconveniente es que los organismos de control son la Secretaría de Medio Ambiente (que cuenta con un puñado de inspectores para los 134 municipios) y la Municipalidad, que no se ha caracterizado por controlar demasiado, como hemos visto.
En estas condiciones, lo mínimo que debe pedirse es un control exhaustivo para evitar que la empresa adjudicada no realice grandes negocios trayendo basura del Gran Buenos Aires.
Agua turbia
Son también la inacción social y la falta de interés ciudadano las que nos llevan a consumir entre 600 y 800 litros de agua por persona por día, contra los 500 que se consumen en Estados Unidos, el país que más despilfarra en el planeta. A este ritmo, nuestros hijos no conocerán lo que es abrir la canilla para tomar un vaso de agua, porque lo que saldrá de allí será algo parecido al barro.
Soja en las islas.
Grandes incendios en las mismas islas para criar a las vacas que luego pasan cagando por Las Canaletas.
Sor tereso flotando en el río hacia Baradero.
Tres papeleras que nadie vigila en un país que rompió relaciones con los únicos latinoamericanos que nos querían… por las papeleras que ellos tienen.
Rellenos sanitarios pensados para el primer mundo con controles del cuarto.
Agua potable que se termina.
Cada pueblo tiene el medio ambiente que se merece.
Gabriel Stringhini
El interrogante surgió, sorpresivo, en el marco de una charla con un periodista de Baradero que acababa de relatar cómo, a través de la toma de conciencia ciudadana, se estaba evitando que nuestros vecinos recibieran toneladas de porquerías tóxicas identificables como “barros industriales”.
Poco después, el Concejo Deliberante de la misma ciudad empezó a preguntarse por qué tenían que seguir soportando, en nombre de la buena vecindad, que nuestras deyecciones viajen cual olorosos misiles agua-tierra hacia sus costas.
Para responder por este medio al colega, y sin un estudio estadístico oficial de por medio -de esos que tanto les gusta falsear a determinados funcionarios- estamos en condiciones de afirmar que el medio ambiente les interesa a los sampedrinos, literalmente, una mierda.
El reciente intento de los vecinos de Las Canaletas, la bajada de Chaves y el centro El Amanecer por evitar que se concrete un proyecto pésimamente planificado para descargar vacas y soja en medio de un barrio que tenía aspiraciones de transformar su zona en turística, apenas tuvo eco en la sociedad. Los escasos habitantes de este contaminado suelo que prestaron atención al inédito episodio lo olvidaron rápidamente, más preocupados por el lobizón de Gobernador Castro que por los zorros viejos que abundan en San Pedro.
Detrás del posible impacto sobre la costa, subyacen además otros temas de los que pocos quieren hablar, como la legitimidad de los papeles que otorgan propiedad a un privado sobre las islas, el desastre ecológico que provocará la plantación de cientos de hectáreas de soja en ese lugar y hasta la identidad del verdadero propietario de las vacas.
Más allá de que los camiones que finalmente pasen por el lugar sean diez, cien o mil, es de destacar que gente de trabajo, habitualmente segregada por los sectores sociales de mayor poder, tome en sus manos una bandera que (casi) nadie había enarbolado: la de la resistencia medioambiental.
El precedente más cercano se produjo el año pasado, cuando un reducido grupo de profesionales y vecinos de a pie se reunieron en varias oportunidades para expresar su preocupación y reclamar un estudio concienzudo del anunciado proyecto del inefable Max Higgins, antes de que se destruyera la zona de Vuelta de Obligado. Lo que parecía el impulso para un debate serio y profundo, parece haber terminado en lo mismo de siempre: nada.
Definamos…
Mientras en todo el mundo, los movimientos ambientales crecen a pasos agigantados, San Pedro, como es costumbre, va a contramano.
En nuestro distrito hay un solo ambientalista que pueda considerarse como tal. Enrique Sierra (el de los pajaritos, como él mismo se identifica) gastó hectolitros de saliva en explicar las consecuencias de continuar por este camino. Decir que pocos lo escucharon es un eufemismo.
La inestimable colaboración de la Wikipedia nos permite saber que se entiende por medio ambiente “al entorno que afecta y condiciona especialmente las circunstancias de vida de las personas o la sociedad en su conjunto”.
La enciclopedia interactiva agrega que “comprende el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano y en las generaciones venideras”.
Es decir, no se trata sólo del espacio en el que se desarrolla la vida sino que también abarca seres vivos, objetos, agua, suelo, aire y las relaciones entre ellos, así como elementos tan intangibles como la cultura.
½ ambiente
El simple hecho de que no represente una preocupación que nuestras porquerías (excrementos defecación, deposición, excreción, evacuación, detritos, heces, caca, cagada, boñiga o suciedades varias) caigan al río sin ningún tratamiento, habla mal de esta sociedad.
Quiere decir que además de discriminatorios con sus (nuestros) propios conciudadanos y despreocupados por el futuro de sus hijos, entre muchas otras cosas, son (somos) unos vulgares mugrientos.
Si el tema le preocupara aunque sea al cinco por ciento de la población, los gobernantes podrían cobrarle al gobernador Scioli los miles de votos que le acarrearon en las últimas elecciones con el financiamiento para una nueva planta depuradora. O al menos con una gestión del más alto nivel ante organismos internacionales de crédito. Ese es el motivo por el que resulta pueril la explicación de que el costo es millonario, y que los fondos reservados debieron ser utilizados durante la emergencia del año 2000.
Quizás haya que esperar que los vecinos de Baradero se movilicen por nosotros para que nos demos por aludidos.
Por si fuera poco, en pleno conflicto con Uruguay por las papeleras que arrojan desechos sobre el río homónimo, San Pedro se da el lujo de tener tres plantas que vierten vaya uno a saber qué sobre el baqueteado Paraná o los riachos que desembocan en él.
Sin reacción luego de un informe del año 2005 del programa televisivo Da2 en el que se detallaba con imágenes la situación (con la colaboración del mencionado Kike Sierra) el gobierno municipal pidió informes a Papel Prensa recién luego de que una nota a dos páginas del Diario Perfil instalara el tema a nivel nacional. En aquel entonces, el periodista Nelson Castro me preguntó en su programa radial exactamente lo mismo que el colega de Baradero hace unos días: “Y la gente de San Pedro ¿qué reacción ha tenido?”. La respuesta fue, por supuesto, la misma: ninguna.
Miro en tu mente y veo…
El problema del basural no nació con este gobierno, ni es propiedad exclusiva de San Pedro. Pero el gran negocio que se esconde detrás de la basura (desde las empresas que recolectan hasta quienes explotan a los cartoneros) tiene un emergente nuevo en los últimos años: los rellenos insanitarios.
Volvemos a la Wikipedia: “En el relleno sanitario, a medida que se va colocando la basura, ésta es compactada con maquinaria y cubierta con una capa de tierra y otros materiales para posteriormente depositar otra capa de basura y así sucesivamente hasta que el relleno sanitario se da por saturado”.
En un mundo ideal, el relleno es un método de ingeniería para la disposición de residuos sólidos en el suelo de manera que se le dé protección al ambiente, mediante el esparcido de los residuos en pequeñas capas, compactándolos al menor volumen práctico y cubriéndolos con suelo al fin de día de trabajo, previniendo los efectos adversos en el medio ambiente. Siempre en ese planeta de fantasía, se incluyen tratamientos de lixiviados, quema de gas metano, planes de reforestación y control de olores.
En Europa, claro, cuentan con normas que exigen un tratamiento de residuos antes de confinarlos al relleno, para eliminar su potencial peligro, tanto para el ambiente como para la salud humana.
El sistema, visto así, es superador de un problema que las tres ciudades involucradas (San Pedro, Baradero y Ramallo) tienen desde hace décadas. El único inconveniente es que los organismos de control son la Secretaría de Medio Ambiente (que cuenta con un puñado de inspectores para los 134 municipios) y la Municipalidad, que no se ha caracterizado por controlar demasiado, como hemos visto.
En estas condiciones, lo mínimo que debe pedirse es un control exhaustivo para evitar que la empresa adjudicada no realice grandes negocios trayendo basura del Gran Buenos Aires.
Agua turbia
Son también la inacción social y la falta de interés ciudadano las que nos llevan a consumir entre 600 y 800 litros de agua por persona por día, contra los 500 que se consumen en Estados Unidos, el país que más despilfarra en el planeta. A este ritmo, nuestros hijos no conocerán lo que es abrir la canilla para tomar un vaso de agua, porque lo que saldrá de allí será algo parecido al barro.
Soja en las islas.
Grandes incendios en las mismas islas para criar a las vacas que luego pasan cagando por Las Canaletas.
Sor tereso flotando en el río hacia Baradero.
Tres papeleras que nadie vigila en un país que rompió relaciones con los únicos latinoamericanos que nos querían… por las papeleras que ellos tienen.
Rellenos sanitarios pensados para el primer mundo con controles del cuarto.
Agua potable que se termina.
Cada pueblo tiene el medio ambiente que se merece.
Gabriel Stringhini
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