¿Quién dijo que esconde la cabeza? El padre cocina y lava los platos, mientras la compañera, que se bancó la poligamia sin chistar, se va con otro macho menos paternal y más dispuesto al débito conyugal. Así atienden ellos su harén y ellas su corte, cumpliendo con el deber de la reproducción con huevos y más huevos, un esfuerzo digno de encomio considerando el tamaño y la cantidad.
Es una poligamia seguida de poliandria; un macho atiende a varias hembras, y luego empolla los huevos y se hace cargo de los vástagos. Entonces ellas sienten que ya cumplieron y buscan por otro lado, porque saben que siempre habrá otros pretendientes bien dispuestos a batirse a duelo con pico y patas, para disputar sus piernas bien torneadas, y luego caer rendidos, irremediablemente, a los llamados del nido.
Daniel Fiorotto (“El ñandú no esconde la cabeza”)
Las consecuencias por la muerte de un menor son inevitables para cualquier gobierno, tenga o no responsabilidad en ella.
En la tragedia de Mauro Vázquez, quien cayó con su bicicleta bajo las ruedas de un camión, confluyeron factores tan diversos como la falta de atención a las quejas de los vecinos, la habitual estupidez burocrática para la resolución de un problema tan simple como a quién le corresponde sacar la arena de una banquina, la corrupción de quienes dejaron pasar los camiones durante más de una década con sobrecarga, la avaricia de los propietarios de las areneras que llenan hasta la cabina del chofer para ganar dos pesos más y, sin dudas, una enorme dosis de mala suerte.
Las respuestas (en este caso como en otros) llegaron muy tarde. El funcionario responsable del área que tiene a su cargo el control del paso de camiones y del tránsito en esa arteria tenía dos opciones: esconder la cabeza como el avestruz o afrontar el caso con la hidalguía de nuestro criollo ñandú. Domingo Bronce eligió lo segundo.
Como dicen que marcan los códigos de la política, Bronce salió a cubrir las espadas de sus superiores. Aunque él asumió hace cuatro meses y el problema de los camiones arrastra un lustro sin respuestas, presentó inmediatamente su renuncia y dijo que “no iba a arriesgar el prestigio de un gobierno”.
Equivocado o no en su accionar, la actitud de Bronce aplacó la reacción de los vecinos contra el despacho de Pellegrini 150. Con ese amparo, también Barbieri dio un giro en el aire, despejando los rumores instalados en los corrillos políticos que, incluso, hablaban de su propia renuncia. El Intendente recibió a los padres de la víctima y de sus compañeros y puso en marcha la construcción de la bicisenda que debió estar allí hace cinco o seis años. Bien hecha, no de apuro como ahora.
Mientras tanto, siguen corriendo riesgos similares o peores los alumnos de la escuela 18 (que circulan por la ruta 191), los de la escuela 13 (que deben cruzar Lucio Mansilla) o los de la escuela 10 (que atraviesan las vías y sortean los camiones que entran y salen de la planta ARCOR).
Cogote torcido
La actitud de la mayor parte de los habitantes de San Pedro ante las últimas tragedias fue el comentario de boliche, la alharaca de peluquería, la estupidez monocorde. Coherente, claro, con su propia idiosincrasia
La reacción tardía de los gobernantes no es más que el reflejo de la falta de interés de los ciudadanos por los temas realmente importantes.
Si los incendios que devastaban la fauna y flora de la isla podían verse claramente desde nuestra barranca. ¿Cómo puede ser que la única preocupación fuera que la ropa tenía olor a humo?
Es una poligamia seguida de poliandria; un macho atiende a varias hembras, y luego empolla los huevos y se hace cargo de los vástagos. Entonces ellas sienten que ya cumplieron y buscan por otro lado, porque saben que siempre habrá otros pretendientes bien dispuestos a batirse a duelo con pico y patas, para disputar sus piernas bien torneadas, y luego caer rendidos, irremediablemente, a los llamados del nido.
Daniel Fiorotto (“El ñandú no esconde la cabeza”)
Las consecuencias por la muerte de un menor son inevitables para cualquier gobierno, tenga o no responsabilidad en ella.
En la tragedia de Mauro Vázquez, quien cayó con su bicicleta bajo las ruedas de un camión, confluyeron factores tan diversos como la falta de atención a las quejas de los vecinos, la habitual estupidez burocrática para la resolución de un problema tan simple como a quién le corresponde sacar la arena de una banquina, la corrupción de quienes dejaron pasar los camiones durante más de una década con sobrecarga, la avaricia de los propietarios de las areneras que llenan hasta la cabina del chofer para ganar dos pesos más y, sin dudas, una enorme dosis de mala suerte.
Las respuestas (en este caso como en otros) llegaron muy tarde. El funcionario responsable del área que tiene a su cargo el control del paso de camiones y del tránsito en esa arteria tenía dos opciones: esconder la cabeza como el avestruz o afrontar el caso con la hidalguía de nuestro criollo ñandú. Domingo Bronce eligió lo segundo.
Como dicen que marcan los códigos de la política, Bronce salió a cubrir las espadas de sus superiores. Aunque él asumió hace cuatro meses y el problema de los camiones arrastra un lustro sin respuestas, presentó inmediatamente su renuncia y dijo que “no iba a arriesgar el prestigio de un gobierno”.
Equivocado o no en su accionar, la actitud de Bronce aplacó la reacción de los vecinos contra el despacho de Pellegrini 150. Con ese amparo, también Barbieri dio un giro en el aire, despejando los rumores instalados en los corrillos políticos que, incluso, hablaban de su propia renuncia. El Intendente recibió a los padres de la víctima y de sus compañeros y puso en marcha la construcción de la bicisenda que debió estar allí hace cinco o seis años. Bien hecha, no de apuro como ahora.
Mientras tanto, siguen corriendo riesgos similares o peores los alumnos de la escuela 18 (que circulan por la ruta 191), los de la escuela 13 (que deben cruzar Lucio Mansilla) o los de la escuela 10 (que atraviesan las vías y sortean los camiones que entran y salen de la planta ARCOR).
Cogote torcido
La actitud de la mayor parte de los habitantes de San Pedro ante las últimas tragedias fue el comentario de boliche, la alharaca de peluquería, la estupidez monocorde. Coherente, claro, con su propia idiosincrasia
La reacción tardía de los gobernantes no es más que el reflejo de la falta de interés de los ciudadanos por los temas realmente importantes.
Si los incendios que devastaban la fauna y flora de la isla podían verse claramente desde nuestra barranca. ¿Cómo puede ser que la única preocupación fuera que la ropa tenía olor a humo?
Si Enrique Sierra habló sin que nadie lo escuchara durante seis años. ¿Por qué ahora quienes nunca preguntaron exigen respuestas y se muestran interesados para la gilada?
Si decenas de miles de automovilistas pasaron todos estos años al lado de una banquina que parecía una playa caribeña ¿Por qué nadie exigió que retiraran esa arena y se cumpla con las exigencias legales para el transporte de ese material?
Esperando la tragedia
Sistemáticamente, quienes viven en este pueblo con pretensiones de ciudad obviaron las advertencias que realizó gente con experiencia y conocimiento, que realmente quiere un San Pedro mejor que éste.
Tuve la posibilidad de entrevistar no menos de veinte veces en radio y televisión a Kike Sierra en los últimos cinco años acerca de lo que estaba sucediendo en las islas. En su propio programa de radio (Volantes y Motores) Héctor Valvo, especialista en automovilismo y tránsito, adelantó hace más de seis meses lo que iba a suceder en el Camino Crucero General Belgrano.
Ambos son expertos en sus temas, y como suele suceder, fueron bastardeados por aquellos que, desde la ignorancia construyen una soberbia que tapa su ineficiencia.
Como el ñandú hembra, los sampedrinos saben que “siempre habrá otros pretendientes bien dispuestos a batirse a duelo con pico y patas, para disputar sus piernas bien torneadas, y luego caer rendidos, irremediablemente, a los llamados del nido”. Juegan con ese poder, y sacan la cabeza del hoyo para exigir a los demás por sus derechos, cuando ellos mismos no ejercen sus obligaciones.
Quizás debamos tener un suicidio colectivo de cien vírgenes para que quienes miran para otro lado ante las cien personas que se quieren matar todos los años presten atención al problema.
O que alguien se ahogue en la zanja asquerosa que lleva los líquidos de ARCOR, y desde donde surge el hedor de una manifestación de chanchos para recibir a nuestros visitantes.
Tal vez, esperamos que algún pez mutante se coma a alguien luego de emerger de las aguas bañadas en los desechos pestilentes que Papel Prensa, Celulosa San Pedro y Celulosa Jujuy (o como se llame) tiran en el riacho desde hace años.
Ojalá pronto suceda.
Esperando la tragedia
Sistemáticamente, quienes viven en este pueblo con pretensiones de ciudad obviaron las advertencias que realizó gente con experiencia y conocimiento, que realmente quiere un San Pedro mejor que éste.
Tuve la posibilidad de entrevistar no menos de veinte veces en radio y televisión a Kike Sierra en los últimos cinco años acerca de lo que estaba sucediendo en las islas. En su propio programa de radio (Volantes y Motores) Héctor Valvo, especialista en automovilismo y tránsito, adelantó hace más de seis meses lo que iba a suceder en el Camino Crucero General Belgrano.
Ambos son expertos en sus temas, y como suele suceder, fueron bastardeados por aquellos que, desde la ignorancia construyen una soberbia que tapa su ineficiencia.
Como el ñandú hembra, los sampedrinos saben que “siempre habrá otros pretendientes bien dispuestos a batirse a duelo con pico y patas, para disputar sus piernas bien torneadas, y luego caer rendidos, irremediablemente, a los llamados del nido”. Juegan con ese poder, y sacan la cabeza del hoyo para exigir a los demás por sus derechos, cuando ellos mismos no ejercen sus obligaciones.
Quizás debamos tener un suicidio colectivo de cien vírgenes para que quienes miran para otro lado ante las cien personas que se quieren matar todos los años presten atención al problema.
O que alguien se ahogue en la zanja asquerosa que lleva los líquidos de ARCOR, y desde donde surge el hedor de una manifestación de chanchos para recibir a nuestros visitantes.
Tal vez, esperamos que algún pez mutante se coma a alguien luego de emerger de las aguas bañadas en los desechos pestilentes que Papel Prensa, Celulosa San Pedro y Celulosa Jujuy (o como se llame) tiran en el riacho desde hace años.
Ojalá pronto suceda.
Gabriel Stringhini
Comentarios
Respecto a esta columna de opinión, no se asusten los sampedrinos, porque el problema de no escucharse entre sí no es exclusivo de ustedes. Creo que a nivel global deberíamos prestar más atención a aquellos que vienen advirtiendo sobre las consecuencias de nuestra imprudenci como raza humana. Seguiré en contacto, ya que tengo conocidos en San Pedro y voy a visitar su blog periódicamente para ver noticias de la zona. Un gran abrazo.
Yo pensaba en Vellón...