El periodista y novelista Christopher Buckley publicó en 1995, el libro “Gracias por fumar”, una sátira que fue llevada al cine en 2006. La novela cuenta la historia del portavoz de la Academia de Estudios sobre el Tabaco, una entidad dependiente de la industria tabacalera, que tiene la misión de contrarrestar las campañas antitabaco.
Hace 15 años era osado poner en el tapete la cuestión del negociado de la industria tabacalera y los daños en la salud provocada por el cigarrillo. Pero plantear estos temas en 2010 es hasta demodé, aunque sigue siendo necesario en una ciudad que, en términos generales, no asume la responsabilidad del respeto al otro.
Esta mañana fue presentado el programa “San Pedro Libre de Humo”, una iniciativa del Ejecutivo que intenta comenzar a hacer cumplir con la ley: una ley provincial (la 13.894) que está en vigencia desde 2008, y una ordenanza municipal (la 5762) que fue aprobada el mismo año pero que nunca se cumplió.
El intendente Pablo Guacone dio el puntapié; y si bien resta un largo camino para que sea suficiente, decidió empezar a hacer algo. Para ello, dispuso una medida que, aunque trivial, es necesaria: se cumplirá con la prohibición de fumar en ámbitos oficiales y, con ese fin, se colocaron carteles en el palacio municipal y sus dependencias con la leyenda “Ambiente libre de humo. Prohibido fumar”.
Sin embargo, las normas vigentes establecen mucho más que eso, ya que legislan sobre los comercios, bares, restaurantes, boliches, gimnasios, y todos los espacios cerrados públicos o privados a los que tenga acceso el público. Y las infracciones a las normas que, reitero, están en plena vigencia, implican al pago de “una multa en moneda de curso legal, equivalente al valor al consumidor final de entre doscientos cincuenta (250) a mil (1000) paquetes de veinte (20) cigarrillos del mayor precio comercializado en el país. En caso de reincidencia dicha multa podrá alcanzar un valor de hasta dos mil quinientos (2.500) paquetes con las mismas características” (ley provincial).
Guacone decidió ir por partes, y es un buen paso; sin embargo, insisto, no es suficiente. ¿Por qué no avanzar de cuajo con el cumplimiento de lo establecido? ¿Por qué se seguirá permitiendo por un tiempo aún no determinado el consumo de cigarrillos en restaurantes, bares, etc. si la ley lo prohíbe? ¿Cuándo comenzarán los controles en esos espacios? Hace más de dos años que existe la normativa y, no obstante, aún no se cumple.
La iniciativa del intendente comprende además la realización de charlas en escuelas de distintos niveles para abordar la temática. ¿Acaso se desconoce desde el gobierno local que en los currículum escolares se trabaja el tabaquismo? La problemática es abordada desde distintas materias: Ciencias Naturales, Educación para la Salud, Biología, Construcción de Ciudadanía, etc.
LALCEC –que participó de la conferencia de prensa donde se anunció el programa municipal- también realiza cada año actividades con los establecimientos educativos. Pero hay algo que hay que decir: son los chicos los más concientizados sobre los perjuicios del tabaco, gracias a todas las acciones llevadas adelante desde el ámbito educativo. Es cierto que en muchos casos son ellos mismos los que impulsan a sus padres a dejar el cigarrillo. Pero de lo que se trata ahora, considero, no es de concientizar: en un punto, cada adulto es responsable de sus propios actos. El problema principal es el respeto del otro, del que no quiere fumar pero termina siendo fumador en un bar, un restaurante, una oficina. Y para ello es necesario, por más impopular que sea, establecer las sanciones que corresponden y que ya están reglamentadas por ley. Afortunadamente, ya se sancionó en el Hospital a una enfermera que fue encontrada fumando. Hace cuatro o cinco años, en el mismo lugar, algunos médicos caminaban por los pasillos con el pucho encendido, hasta por el sector de quimioterapia.
Algunos funcionarios municipales, empleados, docentes y distintas personas fumadoras reniegan de la legislación; sin embargo de lo que se trata es de garantizar los derechos de cada uno a decidir qué hacer con su propia vida. Faltan medidas más severas y decisión firme para que de una vez por todas se respete la ley.
Hace 15 años era osado poner en el tapete la cuestión del negociado de la industria tabacalera y los daños en la salud provocada por el cigarrillo. Pero plantear estos temas en 2010 es hasta demodé, aunque sigue siendo necesario en una ciudad que, en términos generales, no asume la responsabilidad del respeto al otro.
Esta mañana fue presentado el programa “San Pedro Libre de Humo”, una iniciativa del Ejecutivo que intenta comenzar a hacer cumplir con la ley: una ley provincial (la 13.894) que está en vigencia desde 2008, y una ordenanza municipal (la 5762) que fue aprobada el mismo año pero que nunca se cumplió.
El intendente Pablo Guacone dio el puntapié; y si bien resta un largo camino para que sea suficiente, decidió empezar a hacer algo. Para ello, dispuso una medida que, aunque trivial, es necesaria: se cumplirá con la prohibición de fumar en ámbitos oficiales y, con ese fin, se colocaron carteles en el palacio municipal y sus dependencias con la leyenda “Ambiente libre de humo. Prohibido fumar”.
Sin embargo, las normas vigentes establecen mucho más que eso, ya que legislan sobre los comercios, bares, restaurantes, boliches, gimnasios, y todos los espacios cerrados públicos o privados a los que tenga acceso el público. Y las infracciones a las normas que, reitero, están en plena vigencia, implican al pago de “una multa en moneda de curso legal, equivalente al valor al consumidor final de entre doscientos cincuenta (250) a mil (1000) paquetes de veinte (20) cigarrillos del mayor precio comercializado en el país. En caso de reincidencia dicha multa podrá alcanzar un valor de hasta dos mil quinientos (2.500) paquetes con las mismas características” (ley provincial).
Guacone decidió ir por partes, y es un buen paso; sin embargo, insisto, no es suficiente. ¿Por qué no avanzar de cuajo con el cumplimiento de lo establecido? ¿Por qué se seguirá permitiendo por un tiempo aún no determinado el consumo de cigarrillos en restaurantes, bares, etc. si la ley lo prohíbe? ¿Cuándo comenzarán los controles en esos espacios? Hace más de dos años que existe la normativa y, no obstante, aún no se cumple.
La iniciativa del intendente comprende además la realización de charlas en escuelas de distintos niveles para abordar la temática. ¿Acaso se desconoce desde el gobierno local que en los currículum escolares se trabaja el tabaquismo? La problemática es abordada desde distintas materias: Ciencias Naturales, Educación para la Salud, Biología, Construcción de Ciudadanía, etc.
LALCEC –que participó de la conferencia de prensa donde se anunció el programa municipal- también realiza cada año actividades con los establecimientos educativos. Pero hay algo que hay que decir: son los chicos los más concientizados sobre los perjuicios del tabaco, gracias a todas las acciones llevadas adelante desde el ámbito educativo. Es cierto que en muchos casos son ellos mismos los que impulsan a sus padres a dejar el cigarrillo. Pero de lo que se trata ahora, considero, no es de concientizar: en un punto, cada adulto es responsable de sus propios actos. El problema principal es el respeto del otro, del que no quiere fumar pero termina siendo fumador en un bar, un restaurante, una oficina. Y para ello es necesario, por más impopular que sea, establecer las sanciones que corresponden y que ya están reglamentadas por ley. Afortunadamente, ya se sancionó en el Hospital a una enfermera que fue encontrada fumando. Hace cuatro o cinco años, en el mismo lugar, algunos médicos caminaban por los pasillos con el pucho encendido, hasta por el sector de quimioterapia.
Algunos funcionarios municipales, empleados, docentes y distintas personas fumadoras reniegan de la legislación; sin embargo de lo que se trata es de garantizar los derechos de cada uno a decidir qué hacer con su propia vida. Faltan medidas más severas y decisión firme para que de una vez por todas se respete la ley.
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