Cuando creamos inseguridad (por Eduardo Campos)

A mediados de los 70 comenzó mi vinculación con el Aeroclub San Pedro.
Por esa época tomaba el colectivo de “La Ideal” que me dejaba en la estación del FFCC y de allí me hacía los 8 kilómetros caminando.
En verano esto era un verdadero placer. Mucha gente hacía esa misma rutina aprovechando que se trataba de un camino pavimentado muy tranquilo y casi sin tránsito, salvo por la camioneta o el tractor de algún chacarero o alguien que estuviese enseñando a manejar a un familiar o amigo. El silencio solo era roto por el canto de los pájaros. Al borde del camino se podían ver montes o arboledas y nada más.
Hoy sigo yendo al aeroclub pero solo en vehículo. A la vera del camino se ven casas y más casas. El progreso ha llegado y, contra lo que uno podría sospechar, no camino más. No es que haya perdido las ganas, pero hacerlo hoy sería imposible a menos que uno se sienta Steve Irwin, el “Cazador de Cocodrilos”, (el año pasado, recuerdan, una raya gigante terminó con la serie de Nat Geo y con el propio Irwin).
Sin haber rayas gigantes ni cocodrilos el camino al aeroclub es pródigo en perros de generosas dimensiones y de respetables colmillos que los vecinos de “Villa Jardín” poseen para su “seguridad”, y la inseguridad la sentimos quienes debemos pasar por ahí. Esta situación es la que terminó con los paseos y caminatas habituales de mucha gente por ese lugar.
A raíz de comentarios con amigos y conocidos me encontré con que no es solo aquí. Existen varias calles de la ciudad por las que, hasta no hace mucho, se podía transitar a pié y hoy resulta imposible hacerlo.
Investigando sobre el tema pude enterarme, además, que carteros y canillitas han renunciado a llevar correspondencia y diarios a determinados domicilios en los que han sido atacados por perros.
Por supuesto, los animales no tienen la culpa. Ellos son como les enseñamos que deben ser. Si somos cariñosos con ellos responderán de la misma manera, si les enseñamos a atacar actuarán de acuerdo a ello.
Por lo que pude enterarme a partir de preguntar por el tema en la comuna es que algunos funcionarios, a raíz de las denuncias, (que no son pocas) estarían barajando una serie de medidas que incluiría el resurgimiento de la perrera. Por supuesto que en este caso sería para secuestrar los animales y no para sacrificarlos, complementándose esto con severas multas a los dueños.
Más allá de todo resulta curioso (y alarmante) observar a diario en los medios nacionales las situaciones de peligro en las que estamos metidos, no por el delito, sino por culpa de las condiciones que generamos como sociedad para salvaguardarnos de ese delito. Es paradójico, se trata de la inseguridad que crean las cosas que tenemos para nuestra seguridad. Personas que disparan con armas contra familiares que llegan de noche, otras que electrifican rejas y terminan electrocutando a vecinos y, por supuesto, los chicos atacados por perros que los suponen una amenaza (porque fueron enseñados para que reaccionen así).
En este fin de semana en San Pedro dos mujeres resultaron mordidas por perros. Desconozco las circunstancias de estos hechos pero está ocurriendo demasiado seguido.
Ante esto quedan dos caminos. Esperar la acción municipal o recapacitar y mantener a los animales en un ámbito privado dentro de lo posible. Todos sabemos que un perro tiene un efecto disuasor en sí mismo, no es necesario que ataque. Uno mismo piensa dos veces antes de ingresar a una vivienda donde haya un perro suelto. Por ello me inclino por la segunda de las opciones, de llamar a los dueños de animales a la reflexión para así permitir a los sampedrinos recuperar sectores de la ciudad para caminar o trotar y que ahora se hallan vedados a ello.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Es cierto, los perros son como los dueños. Unos creen que tienen un "perrito" para sacarlo a pasear y mostrarlo al "pueblo", otros para matar al ladrón, y si uno les mira la cara casi siempre se parecen a su dueño...