Dulce corte de cinta (por Eduardo Campos)

Con la presencia de la ministra de la producción de la provincia, lic. Débora Giorgi quedó formalmente inaugurada la planta recuperada por la cooperativa Alimentaria San Pedro Ltda.
Quienes desarrollamos tareas en los medios de comunicación de la ciudad conocemos del sacrificio que fue, para los integrantes de la cooperativa, poner en marcha la desvencijada fábrica y, peor aún, intentar que la dirigencia política local se interesara por el proyecto que ellos manejaban. También sabemos que la mayor parte de la dirigencia les dio la espalda.
Desde hace días, y entre colegas, cuando hablábamos de la inminente inauguración oficial de la planta, hacíamos apuestas en torno a quienes irían y quienes no al acto. El pronóstico general era que irían en gran número dado que nuestros dirigentes suelen sufrir un raro síndrome que se caracteriza por hacerse padres de cuanto logro ande por ahí, aunque muy poco hubieran hecho por ello. Por supuesto, llegado el momento de la inauguración todos sin excepción dijeron ¡presente!
Con una suave dosis de amarillismo aguardamos el momento en que Raúl Canabal hiciera uso de la palabra para ver si señalaba algo de esto, pero un muy educado Canabal obvió cualquier tipo de comentario al respecto.
Sin que esto se entienda como una defensa de esta clase de dirigente sí me veo en la obligación de señalar que no siempre un funcionario debe ser ni mostrarse como un gran otorgador de dinero ya que se trata del dinero de la gente y su obligación es la de administrarlo lo más correctamente posible. Pero también es cierto que el proyecto que manejaba Canabal y compañía no solo se mostraba posible desde un principio sino que también poseía el valor agregado de tener como materia prima lo que se produce en nuestro partido. Solo una falta de visión (imperdonable en alguien que quiera ser político) puede explicar la soledad en que navegó la cooperativa y su proyecto durante casi un lustro.
Aún así no creo que exista maldad ni deseos que este proyecto que se inauguró fracasara. Creo que el tema pasa por otro lado y que está íntimamente ligado a los conceptos capitalistas que entraron en crisis en EEUU y que, más temprano que tarde, llegarán por aquí.
Si bien ni Carlos Menem ni Domingo Cavallo están ya en el poder, ni los Broda, los Melconián, los Espert, los González Fraga, los De Pablo y los Szewach aparecen con la frecuencia con que lo hacían en los 90, algunos aspectos nocivos de las teorías neoliberales que signaron esa época aún permanecen vigentes en la dirigencia.
Esa filosofía económica que solo sirvió para que los ricos se enriquecieran hasta límites obscenos y, paralelamente, la pobreza lo hiciera en igual proporción, aún se mantiene en sus cabezas y consideran normal que los bancos, por ejemplo, solo otorguen financiamiento a quien tiene dinero y no a quien tiene proyectos para desarrollar y que carece de capital. En sus orígenes la institución bancaria se planteó como una herramienta de fomento para desarrollar la sociedad. Hoy, solo los ricos sacan plata del banco, el resto… llevamos.
Alguien puede sostener desde una concepción neoliberal, ¿Cómo prestar a quien no tiene respaldo? ¡Se fundirían los bancos!
Nada que ver, los bancos se fundieron cuando los dueños los vaciaron, o cuando Gualtieri no devolvió casi cien millones de dólares en préstamos haciendo temblar al Provincia o cuando las burbujas financieras estallan, como ahora en los EEUU.
Hoy en nuestro país hay miles y miles de personas y cooperativas similares a Alimentaria San Pedro esperando un poco de oxígeno para desarrollar sus proyectos y la dirigencia política debería estar viendo cómo es que hace para lograr que los bancos vuelvan a transformarse en los organismos de crédito necesarios para el desarrollo de la sociedad.
Dejar las cosas como están y aparecer solo cuando haya una cinta para cortar no jerarquiza al dirigente político sino que se torna más patético frente a la sociedad.
Eduardo Campos

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