¿Bautismo de Fuego? (Por Eduardo Campos)


El pasado 1º de mayo la Fuerza Aérea Argentina conmemoró un nuevo aniversario de lo que consideran su “bautismo de fuego” en el marco de las operaciones bélicas contra el Reino Unido en 1982.

Ese día, y en los que vendrían, la FAA escribiría páginas de gloria enfrentándose en forma desigual contra adversarios preparados para combatir contra las fuerzas del Pacto de Varsovia y que, además, contaban con lo último que la industria del armamento había producido.

Eso se pagó con sangre, siendo reconocido por muchas naciones del mundo, incluyendo a los adversarios de 1982, y también será recordado y considerado por las generaciones de argentinos por venir.

Sin embargo habría que preguntarse si ese 1º de mayo de 1982 marcó realmente el bautismo de fuego de las alas argentinas.

Lo pregunto porque me viene siempre a la mente una fecha, la del 16 de junio de 1955, cuando 34 aviones Gloster Meteor y Martin B-10 descargaron sus armas contra miles de personas indefensas sobre la Plaza de Mayo.

La masacre terminó con 364 muertos y más de 800 heridos. Bajas militares: 0.

También me viene a la mente los aviones tirando gente a las aguas del Río de la Plata en los años más negros de nuestra historia.

Personas, previamente torturadas y marcadas para morir, eran embarcadas en aviones, sedadas con pentotal para que no pudieran presentar ninguna resistencia, arrojadas sin miramientos y, hasta ahora, sin arrepentimiento, a través de las puertas abiertas de las máquinas.

En esas misiones se cuentan por cientos los argentinos arrojados por argentinos al río. Bajas militares en esas operaciones: 0.

Claro, la Fuerza Aérea puede correctamente argumentar que ellos no fueron, sino que ambas “hazañas” fueron consumadas por la aviación de la marina.

Sin embargo podemos hallar más antecedentes en cuánto a actuación de aviones militares.

Previo a la segunda guerra mundial y en el marco de sus planes de expansión global, la Alemania nazi desembarcaba en nuestro país en misiones supuestamente comerciales.

Una de estas consistía en fundar empresas de viajes aéreos en este extenso territorio utilizando máquinas de reciente diseño de la industria germana.

Concretamente se trataba de los Junkers F-13 y G-24 que eran utilizados para el transporte de correo y pasajeros a través de la empresa “Aeroposta” con asiento en Córdoba.

En realidad las intenciones alemanas eran las de probar aviones civiles pero que, con la incorporación de armamento, se convertían rápidamente en militares. Recuérdese que, por el Tratado de Versalles firmado a fines de la Primera Guerra Mundial, a los teutones se les prohibía poseer una fuerza aérea.

Posteriormente ingresarían al país los trimotores Junkers Ju-52. Aviones que tendrían un rol destacado en la conflagración mundial que se iniciaría en 1939. Estas máquinas serían una de las piedras fundacionales de la naciente Fuerza Aérea Argentina, creada en 1945.

Por esos años iban a pelear aquí su batalla más extraña, contra las mangas de langostas que devoraban todo a su paso en la región norte del país. Las dimensiones del flagelo eran bíblicas: mangas de 200 kilómetros de largo por 5 de ancho, que oscurecían el cielo hasta los 125 metros, devastaban las cosechas, comiéndose las cortezas de los árboles más duros y “royendo” hasta los postes telegráficos.

Diariamente, estos aparatos decolaban desde seis bases aéreas improvisadas, situadas en las provincias de Chaco, Salta, Misiones y Formosa.

Con media docena de fumigaciones por día, los aparatos volaban en condiciones muy complicadas a entre 30 y 150 metros de altura, con temperaturas de más de 40º a la sombra, entre territorio boscoso, llanuras, montañas, etc. Para colmo, las fumigaciones no eran sobre el suelo, sino dentro de la manga misma lo que implicaba poner en alto riesgo tanto al aparato como a las tripulaciones ya que la visibilidad en su interior era cero. Los pilotos se introducían dentro de la masa de insectos que se estrellaban en el fuselaje y el parabrisas o eran triturados por las hélices.

Lamentablemente, y aunque se tomaron todos los recaudos conocidos en la época, muchos pilotos y responsables de mantenimiento enfermaron debido a la incesante manipulación de los insecticidas que eran altamente tóxicos.

Claro, hablar de bautismo haciendo referencia a la lucha antiacrídica, queda como medio grande, y más si hablamos de “bautismo de fuego” ya que no se disparaba contra el enemigo… aunque se los derribaba.

Otro problema adicional, imagino, sería efectuar el recuento de las victorias aéreas obtenidas para, luego, poder pintar las siluetas de las "saltonas" debajo del cockpit del piloto.

Pero uno de estos hoy venerables Ju-52 iba a tener una misión con tan poca gloria como la de los Fokker de la marina sobre el Río de la Plata durante la dictadura militar de 1976-1982.

En el año 1947 uno de estos aparatos, equipado con ametralladoras que disparaban desde los costados, colaboró con la Gendarmería Nacional en la masacre del pueblo Pilagá en Formosa. Este capítulo vergonzoso de la historia de nuestro país ha sido, a mi criterio, el verdadero “Bautismo de Fuego” de la Fuerza Aérea Argentina. Aquí sí dispararon aunque, nuevamente, las bajas militares hayan sido 0.

De todos estos “adversarios” que enfrentara la FAA, solo la langosta le provocó bajas: varios intoxicados por gamexane. El resto, mitad masacre y mitad cacería, ninguna en absoluto.

Fuentes

María Seoane 16-6-2005 en Clarín.com

“Nazis en el Sur”. Carlos De Nápoli. Editorial Norma

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